viernes, 26 de junio de 2015

El cielo bajo París

Fernando Zamora
@fernandovzamora

En 1995 había comenzado a decaer el arte del video-clip. Por aquellos años, Jake Scott filmó uno con base en “Everybody Hurts” de R.E.M. Bird People comienza con una secuencia muy similar a este video: En el metro atiborrado, los espectadores escuchamos pensamientos de hombres, mujeres y niños perdidos en el mundo moderno. Lo mismo sucedía en Las alas del deseo aunque la referencia era mucho más discreta y original.

Bird People participó en el prestigioso premio de Cannes Un Certain Regard. No ganó a pesar de que la historia, si uno la mira bien, tiene cierto encanto que, por otra parte, se pierde a veces: la obra dura demasiado tiempo y no consigue pegar en una sola dos historias de distintos protagonistas.

Él es un ejecutivo estadunidense, millonario al que estamos acostumbrados en las películas que se refieren a París. La diferencia está en que el hombre, deprimido tal vez luego de haber visto en la carretera un accidente, decide dejar toda su vida atrás. Tal cual. El tipo planta a su mujer, a sus hijas y a sus empleadores; simplemente decide no subirse al avión que tendría que llevarlo a cerrar un jugoso contrato en Dubai. Fin.

Ella, la protagonista, es recamarera. Desde la primera secuencia que tanto recuerda al video-clip de R.E.M., sabemos que tiene una relación particular con los pájaros. En efecto, Bird People debió llamarse Bird Woman porque la heroína, por razones que solo pueden atribuirse al realismo fantástico, un día se convierte en uno de esos gorriones que suelen meterse en broncas con los gatos y los humanos por igual.

Algunas preguntas interesantes emergen luego de dos horas metidos en esta ficción. ¿Por qué un hombre exitoso decide dejar todo su mundo atrás? Sabemos, por una charla que sostiene con el taxista del hotel, que no se trata de que, como ha sucedido ya con otros personajes muy vistos en el cine, se haya enamorado de París. Al contrario. Su viaje no pasa del hotel del aeropuerto, con su comida mala y su decoración “internacional.”

A más de uno le gustará Bird People justamente porque en la sociedad que vivimos muchos quisieran (yo no) abandonarlo todo un día. Dejarlo todo sin darle a nadie una explicación: ni al jefe ni a la esposa ni al público que está mirando la película. Para el protagonista de Bird People, vivir se ha convertido en un estado de guerra, un “permanente estado de guerra” que lo tiene sometido en forma existencial.

Pasadas las dos horas, Pascale Ferran, el director, decide dar a toda la película una dosis de buen humor. Hay entonces incluso una alegría que emana de esta hermosa camarera francesa que se ha convertido en un pichón. La vemos volar y entrar indiscretamente en la vida de los otros. Si no fuera porque hemos visto secuencias semejantes en programas de Animal Planet, la cosa parecería muy original.

Bird People no es una mala película aunque es demasiado larga y no termina por conseguir mezclar una historia digna de Disney con un videoclip existencial para ofrecer al público lo que promete: una inesperada historia de amor.

Bird People (Alas de libertad). Dirección: Pascale Ferran. Guión: Guillaume Bréaud y Pascale Ferran. Fotografía: Julien Hirsch. Con Josh Charles, Anaïs Demoustier, Francia, 2014.


sábado, 13 de junio de 2015

Cuatro genios

Fernando Zamora
@fernandovzamora

Abatidos, muchos mexicanos sin documentos viven en Estados Unidos como esclavos, fuera de la ley, sin papeles ni derechos. No tienen futuro. En Spare Parts, un personaje comenta: “al menos tres veces cada hora, estos mexicanos de dieciséis, diecisiete años reciben este mensaje: no sirves para nada”.

Spare Parts tiene miel y tiene hiel. Es un melodrama bien hecho, de modo que aunque hay risas y llanto uno sabe en el fondo que todo saldrá bien. O en todo caso mejor de lo que en la vida real sucede con cuatro muchachos ilegales, cuatro estudiantes de High School que se han dado a la tarea de entrar en competencia con los hombres y mujeres más preparados del mundo en un concurso que consiste en armar un robot subacuático. ¿Competir con Duke, con Cornell, con el MIT? Esta película “basada en un hecho real” resulta muy emotiva.

Pero, a decir verdad, Spare Parts trasciende la función puramente emotiva para dar testimonio de lo que sucede con quienes nadie mira (esa adolescencia invisible); la miseria que persigue a los más desprotegidos por esta razón: tienen la cara inadecuada y el color de piel inadecuado en uno de los lugares más racistas del mundo: Arizona.

Lo importante en todo caso es que un pequeño criminal, un adolescente con fama de tonto y sobrepeso, un indocumentado que quiere servir en el ejército de Estados Unidos (al que considera, con justicia, su país) y un genio en matemáticas, se unen al típico profesor de ciencias que guarda un secreto con la intención de algo más que construir un robot subacuático. Lo que estos cinco quieren es ser reconocidos, quieren futuro y, a caballo entre dos mundos, lo que necesitan se llama ciudadanía.

Tal vez dentro de algún tiempo volvamos a ver películas como Spare Parts y nos horrorice lo que sucede hoy con esta juventud mexicano-estadunidense. Veremos consternados el racismo, la vida real de quien hoy tiene que vivir escondiéndose de la policía, con el miedo de que en cualquier momento aparezca un hombre con placa y acabe con su vida. En forma metafórica, pero a veces textual. Spare Parts parece decir (y lo triste es que tiene razón) que en México estos chicos no tienen ningún futuro. En el mejor de los casos serán mecánicos mal pagados… de este lado. En un país del primer mundo podrían aspirar al Nobel.

Hay que decir que Spare Parts tiene el gusto de evitar al público las partes más humillantes de la vida de los indocumentados en Arizona. Al contrario, este pequeño universo está poblado de personajes adorables: una directora con buen sentido del humor, una maestra de matemáticas feminista y amigable y un padre que en el fondo (tal vez muy en el fondo) sabe amar. 

Spare Parts es una película importante. Importa en tanto documento, en tanto prueba de que hubo muchachos sin recursos que fueron capaces de emprender la labor de vencer a los mejores y a los más brillantes para hacerse de un país y un futuro. Spare Parts documenta un periodo que se parece tristemente a los primeros años del nazismo.

Spare Parts (Los inventores). Dirección: Sean McNamara. Guión: Elissa Matsueda basada en un artículo periodístico de Joshua Davis. Fotografía: Richard Wong. Con George López, Marisa Tomei, Jaime Lee Curtis y Carlos Penavega. Estados Unidos, 2015.

sábado, 6 de junio de 2015

Tintín psicoanalista


Fernando Zamora
@fernandovzamora

Hector and the Search for Happiness une a Tintín con el psicoanálisis. Al inicio de la película vemos, junto a las obras de Freud, Tintín y el Loto Azul, ese cómic en que el reportero viajaba a China y conocía a su amigo Tchang. En cuanto al psicoanálisis, nuestro protagonista es un psiquiatra que practica la cura por el habla con una buena cantidad de neuróticos londinenses.

La película echa mano de un narrador. Es Héctor, este psicoanalista rubio de vida tan perfecta que tiene tiempo para preguntar: “¿existe la felicidad?” Bien decían los maestros del psicoanálisis que la neurosis es un lujo de la psique. Solo alguien con tiempo para pensar puede analizarse. Un verdadero loco sería incapaz de saborear las mieles burguesas de la neurosis sobre el diván.

Un día, Héctor tiene lo que llaman los psicoanalistas un acting out. La psique incapaz de elaborar tantas contradicciones actúa de manera violenta. Una mujer le dice al psicoanalista que su vida está al borde de la cuerda y Héctor, desesperado, le dice que Tintín ha estado al borde de la cuerda. Y ¿qué hizo? Estuvo a punto de cortarla para salvar a los que amaba. La paciente no entiende pero ya entrado en actings Héctor, el perfecto Héctor, comienza a gritar. Ha llegado La Crisis.

Hace algunos años Steven Spielberg ofreció una versión churrigueresca del mundo de Tintín: El secreto del unicornio. Esta nueva película usa al mismo actor porque en realidad director y guionistas están tratando de hacer como si el periodista hubiese crecido y se hubiese vuelto psicoanalista. Héctor es Tintín. Por eso era importante que fuesen tan parecidos y que el mundo de nuestro protagonista tuviese tantas referencias al mundo de Hergé. 
Este psicoanalista tiene una relajada vida burguesa pero tiene que luchar contra ella para volverse aventurero. Tiene también a un perrito. No es Milú, por supuesto, pero Héctor niño, vestido siempre como Tintín en aquellas primeras aventuras en que recorrió el mundo, aparece a veces en sueños y trae con él una mascota. El niño y el perro muestran al psicoanalista el camino de la madurez.

Esta es la aventura en Hector and the Search for Happiness: la búsqueda por madurar. Porque aquí la moraleja parece ser que la felicidad implica forzosamente madurar para ser capaz de amar cada día más. Es esto lo que busca nuestro Tintín psicoanalista. Primero en China, donde se hace amigo de un banquero que se parece mucho al capitán Haddock. Más tarde, nuestro héroe se va a África. Como Tintín cuando estuvo en El Congo. El psicoanalista enfrenta la muerte en preparación al destino donde habrá de encontrar a un amor que finalmente maduró.

Hector and the Search for Happiness no es una gran película pero tiene el encanto de las comedias británicas. Solo los ingleses están suficientemente neuróticos como para preguntar: “¿cuál es el sentido de la vida?” La mejor película con este tema sigue siendo de Monty Python: The Meaning of Life.

Hector and the Search for Happiness (Héctor y el secreto de la felicidad). Dirección: Peter Chelsom. Guión: María von Heland, Peter Chelsom y Tinker Lindsay basados en la novela de François Lelord. Fotografía: Kolja Brandt. Con Simon Pegg y Rosamund Pike. Alemania, Canadá, Gran Bretaña y Sudáfrica, 2014.