sábado, 24 de octubre de 2015

Malabares a la francesa



Fernando Zamora
@fernandovzamora

¿Por qué desafiar la vida caminando sobre un hilo entre dos edificios? El protagonista de The Walk afirma que “el arte” de caminar por encima del mundo está lejos del desafío. “Al contrario”, dice, “es un elogio a la vida”.

The Walk es una película para ser amada, ante todo, por el público de Estados Unidos. ¿Cómo no iba a hacerlo si la película se filmó como homenaje a todos los que murieron en las Torres Gemelas?

El protagonista es un francés que, al borde del estereotipo, seduce con un acento de “oh-la-la”, pero hay otra protagonista: Nueva York, esa ciudad vanidosa que más brilla mientras más se le elogia. ¿Y qué mejor forma de elogiarla que repitiendo que quien triunfa allá triunfa en el mundo entero? Philippe Petit, el malabarista, lo cree y decide ofrecer al mundo el espectáculo de caminar entre las Torres cuando aún existían. Lo hace de forma ilegal de modo que en sus cálculos e investigaciones parece un terrorista que sin embargo quiere hacer arte, no matar.

La dirección resulta poco más que azucarada. No se trata solo de que uno sabe exactamente qué va a suceder, se trata de Gordon-Levitt quien construye a un personaje que tiene tantas ganas de caer bien que termina por caer mal. La imagen por supuesto es preciosista y se regodea en estos dos portentos: París y Nueva York.

Los críticos más aventureros ya están viendo a The Walk compitiendo por el Oscar, pero yo no tengo vocación de agorero así que no sé si la película de Zemeckis conseguirá tantos premios como aquella otra película suya que, aunque igual de dulzona, resultaba más bonita: Forrest Gump. También Forrest Gump es un elogio del American Way, tiene también una imagen cuidada hasta el extremo y el mensaje termina por ser cursilón. Y sin embargo hay en Forrest Gump algo que no encontramos en The Walk: una historia de amor.

Zemeckis y sus guionistas se han dado cuenta de que no basta el empeño de cruzar pértiga en mano entre dos torres para mantener al público despierto más de dos horas, de modo que dieron al señor Petit (el malabarista original) una historia de amor que tal vez por real no cuaja del todo. Hay en este amor muchas promesas, muchos “te quiero” en francés, pero no hay esa relación de los amores desiguales que enternecía en Forrest Gump. Y es que solo entre desiguales se dan las grandes historias de amor, pero los artistas callejeros de The Walk se parecen tanto que su amor es convencional.

Aun así, con todo y el sabor azucarado, la fotografía siempre luminosa y el mensaje de que en Nueva York siempre es posible hacer tus sueños realidad, hay algo que vale la pena en The Walk y es el deseo tan humano de hacer que la existencia propia brille por algo distinto y aventurero. Puede que uno no crea que dar vueltas en hilo a tres mil metros de altura sea algo por lo que vale la pena arriesgar la vida pero tiene razón el protagonista cuando dice que esa clase de actos son elogio de una existencia que de otro modo sería gris.

The Walk (En la cuerda floja). Dirección: Robert Zemeckis. Con Joseph Gordon-Levitt, Ben Kingsley, Charlotte Le Bon, James Badge Dale. Estados Unidos, 2015.