sábado, 12 de septiembre de 2015

Austria o la muerte de Dios


Fernando Zamora

El asunto es así: uno va a ver una película austriaca y sabe que será truculenta. Ich seh, Ich seh es una de esas obras cien por ciento vienesas: crueldad pura. Que es gran cine, nadie lo duda, pero si uno no se siente atraído por los enfermos del alma, lo mejor será que pase de esta película.

Ich seh, Ich seh fue producida por Ulrich Siedl, director y guionista de un tríptico que, igualmente austriaco, se solazaba en la ausencia de Dios: Paraíso fe, Paraíso esperanza y Paraíso amor son obras monumentales de una nación que desde los años en que Hitler pavimentaba su camino al poder no ha encontrado su consuelo. Al menos eso parece decir un cine tan influido por Elfriede Jelinek (la ganadora del Nobel de Literatura) que no puede salir de los mismos temas: el asesinato, el incesto y el otro como medio, no como fin. Resulta paradójico: aquella Austria que dio origen a Mozart y al strudel de manzana es también la patria del nazismo y un mal de vivre que desde la caída del imperio austro–habsbúrgico vive al garete: a pesar de sus altísimos niveles económicos la nueva Austria se nos presenta triste como estos gemelitos que en Ich seh, Ich seh dudan que la mujer que ha decidido operarse la cara sea en verdad su mamá.

Hace algunos años en Cannes, durante la proyección de la película Michael de Markus Schleinzer, un periodista gritó: “¡Están locos estos austriacos!” Lo hizo, me parece, durante una escena en que se sugería abiertamente la humillación sexual a un niño de ocho años. Ich seh, Ich seh tiene también su dosis de pedofilia: dos gemelitos pasean por la campiña, los gemelitos se desnudan y se meten a bañar, los gemelitos solo quieren ser amados por mamá. Como es de suponer, detrás de estas imágenes se esconden perversiones. Primero están las de la madre, una mujer que nos parece frívola y sádica. La cosa se pone buena cuando descubrimos que los gemelitos son dignos de aquel otro perverso vienés que se llamaba Sigmund Freud.

Y es que, en efecto, los niños se encuentran al final de la latencia sexual y con el Edipo vuelto loco mezclan al Internet con cierto accidente y al dios crucificado, en un complot para asegurarse que mamá nunca los abandone. Lo estoy diciendo, claro, en clave simbólica: la trama de una película como ésta ha sido hecha para ser analizada y vale la pena, después de verla, un café para charlar de lo que no está bien en la mente de los tres protagonistas.
En un nivel más superficial, Ich seh, Ich seh es un magnífico filme de suspenso en que la tensión entre dos niños y su madre va creciendo hasta niveles que, no por esperados, son menos inquietantes. El terror psicológico de estos gemelos parece el de un mundo que se encontró tristemente con la máxima nietzscheana de la muerte de Dios. Tal vez por eso el gemelito que atormenta a mamá reza tanto. Sufre lo que el loco de la Gaya Ciencia, sufre lo que Austria desde el fin de la Primera Guerra Mundial. Parece decir: ¡también los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!

Ficha técnica
Ich seh, Ich seh (Dulces sueños, mamá). Dirección: Severin Fiala y Veronika Franz. Guión: Severin Fiala y Veronika Franz. Fotografía: Martin Gschlacht. Con Susanne Wuest, Elias Schwarz y Lukas Schwarz. Austria, 2014.


viernes, 4 de septiembre de 2015

Algo más que lobos

Por: Fernando Zamora

Son una manada: seis muchachos caminan por las calles de Manhattan. El mayor tiene dieciséis. Como sus hermanos, viste de negro; usa corbatas delgadas. Quiere emular a los mafiosos italianos del cine porque… toda su vida es el cine.

The Wolfpack es un documental tan convincente que hay quien piensa que se trata de un montaje, una ficción. Yo no. Estoy convencido de que personajes como esta manada existen. Estos seis hermanos cuyos padres se conocieron cuando eran Hare Krishnas son tan reales que parecen falsos.

El padre de los hermanos Angulo siguió a su mujer desde Perú hasta Nueva York. En aquel tiempo, la pareja tenía la esperanza de irse a vivir a Europa pero se quedó en Estados Unidos. Asqueados, sin embargo, con la sociedad de consumo, el capitalismo y el sueño americano, el padre de esta manada decidió que sus hijos no deberían abandonar nunca su departamento. La madre los educó a los seis y a una hija autista. Con este hecho la familia completa consiguió que la seguridad social de Estados Unidos pagara lo suficiente como para vivir en forma simple, casi prehistórica, en un departamento de Nueva York.

The Wolfpack ganó el prestigioso Premio del Público en el Sundance Film Festival y, además de ser un documental tan verdadero que parece falso, resulta encantador porque sus personajes lo son.

La idiosincrasia mexicana (tan acostumbrada a las truculencias) se asombrará al descubrir que el secreto que guarda esta manada no incluye abusos sexuales ni físicos. El encierro es más una regla que eventualmente uno por uno de los hijos habrá de romper. La idiosincrasia mexicana encuentra falsa esta historia porque nos resulta extraño que llegados a cierta edad (justo como hacen los lobeznos) estos muchachos rompan la regla de oro de papá: salen a la calle. Habiendo visto miles de películas a lo largo de su vida (encerrados, la única diversión de los seis hermanos es ver cine), la manada mira el mundo con los ojos de Batman o Spiderman.

Luego del escape del hermano mayor, la seguridad social de Nueva York comenzó a investigar a la familia Angulo. No se encontró nada reprochable. El excéntrico peruano cierra la puerta de su departamento, nada más. Poco a poco los lobeznos se han ido liberando. Y lo han hecho tan bien que un director de documentales los encontró y rodó con ellos esta obra de arte que da cuenta de seres humanos que viven en un estado salvaje, se echan a dormir en medio de la sala, todo lo comparten, no hablan con nadie que no pertenezca a su tribu y sin embargo se alimentan de cine. Todo el cine del mundo.

Aprendiendo de memoria sus películas favoritas, construyendo disfraces y actuando una y otra vez las escenas que más aman en un mundo que no conocen, los hermanos Angulo resultan paradigmas humanos porque muestran la importancia de tres cosas: la fraternidad, el deseo y la narrativa: ese cine que miran en viejos VHS hasta el cansancio habla de lo enamorados que estamos los seres humanos de la ficción.


The Wolfpack (Wolfpack: lobos de Manhattan). Dirección: Crystal Moselle. Guión: Crystal Moselle. Fotografía: Crystal Moselle. Con Bhagavan Angulo, Govinda Angulo, Jagadisa Angulo. Estados Unidos, 2015.