Fernando Zamora
@fernandovzamora
El globo rojo, dirigida en 1956 por Albert
Lamorisse, es una de las películas más enigmáticas de
todos los tiempos. En un tono que adivina el realismo fantástico, Lamorisse
cuenta la historia de un niño que se encuentra con un globo que tiene vida
propia. Cincuenta y ocho años después, la húngara Kornél Mundruczó ganó en
Cannes el premio Un Certain Regard con Hagen
y yo, que cuenta entre sus influencias a este clásico de Lamorisse. No
se trata solo de que el perro de Lili resulte tan incómodo en el mundo como el
globo aquél. Lo importante es el apego de dos seres que, faltos de cariño, se
transforman en dioses el uno para la otra. He ahí el juego de palabras en el
título original: Dios blanco.
Lili
está justo en el momento de crecer. Tanto El
globo rojo como Hagen y yo
son películas de crecimiento que muestran al protagonista que el amor es
hermano del sueño y la muerte. La escena onírica en que los globos de París se
llevaban al cielo al cuidador infantil de El
globo rojo tenía algo de la muerte de El Principito en el clásico de la
literatura francesa.
Además
de Lamorisse, hay en la historia de esta pequeña trompetista algo de Los pájaros de Hitchcock. En
efecto, los globos parisinos pueden parecer inocentes (con todo y que llevan a
cabo su venganza cargándosela con un niño). Otra cosa son los pájaros que, sin
por qué, se lanzan a picotear a los habitantes de la costa de California. Dos
reflexiones: es justo en este “sin por qué” de la venganza de los pájaros que
tanto Los pájaros como El globo rojo anuncian el Boom latinoamericano. Segundo:
los globos como amenaza resultan inocentes, los pájaros ofrecen un poco más de
miedo. Los perros pueden ser tan terribles como anuncia el epígrafe de Rilke al
inicio de Hagen y yo.
Más
influencias. Lili busca a su perro perdido en Avenida México. Este hecho y el
curso que toman las peripecias permiten distinguir un nuevo influjo en esta
película. Amores perros parece
haber encantado a la directora de Dios
blanco. Es en Avenida México donde Hagen comienza a volverse Max.
Huyendo de la perrera municipal el dios perro de Lili cae en manos de un hombre
que no solo lo rebautiza como Max, lo entrena para volverse el perro más
violento de Hungría. Hagen vuelto Max participa contra su voluntad en peleas
caninas en los barrios bajos de Budapest. A partir de estos amores perros
conectamos con Hitchcock.
Hagen y yo es una película bellísima. Las
tomas parecen salidas de un sueño en que la directora y guionista recuerda que
nuestros dioses son también nuestros demonios. La relación entre Lili y Hagen,
entre Lili y Max, es en verdad la relación que tenemos con una naturaleza que
creemos amable. En realidad es brutal: si quiere nos acaricia, si quiere nos
desgarra a mordidas. Todo lo terrible tiene que ser amado, afirma Rilke al
principio de esta película. La transformación de Hagen en Avenida México y el
llanto de Max solo pueden ser revertidos por Lili y unas notas de Liszt. Después
de todo, la diosa blanca se ha dado cuenta de que frente a ella tiene también a
un dios.
Hagen y yo (Fehér Isten). Dirección: Kornél Mundruczó. Guión:
Kornél Mundruczó. Fotografía: Marcell
Rév. Con Zsófia Psotta, Sándor
Zsótèr,Lili Horváth, Luke y Body. Hungría, Alemania, Suecia, 2014.
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