martes, 7 de julio de 2015

El hombre de la cámara-rifle

Fernando Zamora
@fernandovzamora

Cartel Land (Tierra de cárteles) padece desequilibrios. Es posible atribuirlos al hecho de que vivir en un sitio en que los criminales pueden entrar a tu casa y violar a tu mujer y a tus hijas delante de ti produce un poco de estrés, pero en el caso de Cartel Land la cosa va más allá. Y es que a pesar de que, como documental, cuenta su historia con una narrativa muy sólida, a menudo interfiere con nuestras emociones el pegote de dos historias por completo diferentes. Por un lado están los vigilantes de Estados Unidos, esos que se han dedicado a cazar migrantes. Por el otro está la historia del doctor Mireles, quien saltó a la fama como jefe de las autodefensas michoacanas y que fue visto por muchos como un héroe salido de las páginas de un relato medieval. Era un Robin Hood.

Las dos historias no tienen nada en común. O quizá solo esto: un grupo de civiles, desesperanzados con la posibilidad de que el gobierno haga algo, decide tomar las armas y lanzarse a hacer justicia por mano propia. Cuidado. Durante una de las secuencias más notables de Cartel Land un hombre indignado grita al Papá Pitufo (segundo en la línea de mando del doctor Mireles): “están ustedes usurpando las atribuciones del Estado”. El hombre tiene razón. Puede que la moral supuestamente revolucionaria se maraville con la entereza de un hombre que decide tomar un arma y ponerse a matar a los malos de la película en plan de caballero justiciero. Lo malo comienza, por supuesto, cuando uno se da cuenta de que fue así que llegaron los Caballeros Templarios, fue así que llegaron los Cárteles. Fue así que México, Colombia; Afganistán e Irak (ahora con el ISIS) se hicieron de algunos de los grandes criminales de la historia. La narrativa de Cartel Land goza, pues, de esta doble moral molesta: no sabe uno qué territorio pisa; no sabe uno si los personajes están siendo exaltados por el director o si éste se ha metido en la cabeza la posibilidad de retratarlos “tal cual”.

Personalmente creí que la noción de un documental objetivo, interesado en retratar la realidad sin juicios, había quedado atrás gracias al famoso (infame para muchos) Michael Moore. Moore puede ser todo lo incongruente que se quiera, pero dio al cine una certeza: la cámara es un rifle. No es posible ser objetivo contra la persona a quien disparas. Así, Cartel Land o peca de inocente o no supo ofrecer al público una historia moderada pero subjetiva. Y es que si bien es cierto que la realidad no es un western lleno de buenos y malos, también lo es que toda moneda tiene dos caras y los grandes documentales tienen la virtud de ofrecer las dos.

Dicho lo anterior, hay un valor que hace de Cartel Land una obra maestra: la cámara. No importa que el director Matthew Heineman se haya perdido en el armado de estas dos historias que no solo no pegan, a menudo se contradicen. En tanto fotógrafo, el mismo Matthew Heineman entró en combate. Estuvo al frente y, tal vez como los soldados en las batallas de verdad, se perdió tanto con el silbido de las balas que no terminó por saber ni quién era ni quién era el enemigo ni cuál era la verdad.


Cartel Land (Tierra de cárteles). Dirección: Matthew Heineman. Guión: Matthew Heineman. Fotografía: Matthew Heineman. México, Estados Unidos, 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario