sábado, 22 de noviembre de 2014

El virtuosismo de la locura

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Con Birdman no solo se consolida Alejandro González Iñárritu, también Michael Keaton, un actor que antaño pareció empeñado en destruirse a sí mismo. Afortunadamente siempre hay directores dispuestos a socorrer a estrellas en apuros. Recordemos los favores artísticos que regaló Tarantino a John Travolta en Pulp Fiction.

En efecto, estoy comparando a Iñárritu con Tarantino, no tanto por sus temas como por lo importante de la carrera de un autor que maneja toda clase de géneros. Más que con Tarantino, en este sentido habría que comparar a González Iñárritu con Kubrick o con Coppola. Son pocos los autores que narran igual de bien una tragedia o una farsa.

Pero volvamos a Michael Keaton, toda vez que aquí resulta tan importante como el director. En Birdman, Keaton hace a un hombre que aún cree ser el héroe que alguna vez lo hizo famoso. Y vista con detenimiento, la película contiene (aunque en primera instancia no pareciera por el hecho de ser una comedia) los temas que han explorado tanto el director como el actor. Keaton, por ejemplo, construye a un personaje en la frontera entre la enfermedad y el genio; algo similar a lo que hizo tantos años atrás cuando interpretó a Batman y a Beetlejuice.

Y es que Batman (o mejor, la sombra de Batman) es lo que hace que Michael Keaton resulte el hombre perfecto para interpretar a este actor decaído que, en su desequilibrio mental, nos permite aproximarnos a la lucidez de la locura. Con estándares como los que han dejado Alonso Quijano y aquel famoso McMurphy que interpretó Jack Nicholson en One Flew Over the Cuckoo’s Nest, de Milos Forman, la locura en el mundo narrativo requiere de talento. Iñárritu, por fortuna para sí mismo, lo tiene. Deben estarlo odiando sus detractores.

Ahora, si a actor y director agregamos la fotografía de Lubezki la conclusión es sencilla: Birdman es una pieza construida con base en toda clase de arte y virtuosismo. Emmanuel Lubezki ha rodado la película en un solo plano secuencia, esto es, sin cortes. Tal malabarismo parecería gratuito si no fuese porque la forma en que la cámara acentúa la actuación de Keaton transmite al espectador el mareo de la locura que necesita el director para medirse con el gran arte del mundo.

En fin, que Alejandro González Iñárritu se ha enfrentado con una buena variedad de retos y sale de todos ellos muy bien librado. Arriesga escribiendo con nuevos compañeros, arriesga incursionando en la locura, en la comedia y en ese gigantesco plano secuencia en que se tocan forma y fondo. Birdman es una pequeña joya que, además, produce la sensación de que el director ha dejado atrás los tiempos en que deseaba impresionar a los jurados fílmicos del mundo y hace cine con la misma necesidad que tiene el poeta de escribir. Solo hay una cosa vergonzosa que vale la pena notar: el mejor arte mexicano se está haciendo al otro lado del río Bravo, en Estados Unidos. Sin duda se trata de un tema que hay que pensar con la seriedad que este país se merece.
 ________________________________________________________________

Birdman. Dirección: Alejandro González Iñárritu. Guión: Alejandro González Iñárritu y Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo. Música: Antonio Sánchez. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Con Michael Keaton, Emma Stone y Naomi Watts. Estados Unidos, 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario