sábado, 11 de octubre de 2014

Los diablos y la belleza

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Que la moda está a la altura del arte quedó demostrado en Prêt–à–porter de Robert Altman (1994). Por desgracia, la nueva versión sobre la vida de Yves Saint Laurent se inserta más en el terreno del biopic y, como es de esperar en un director con una filmografía específica, un biopic de corte homoerótico en que más importa la sexualidad de los protagonistas que sus artes en el mundo de la alta costura. Esto no significa, claro, que la película carezca de virtudes que van más allá del morbo. Yves Saint Laurent es apta para cualquier amante de las artes audiovisuales de Francia: esas de imagen perfecta en pose Vogue y una historia que se desarrolla con suficiente lentitud como para abrazar una fotografía que (ahí sí) va bien con el arte de Saint Laurent: imposible no fascinarse con esa luz que delinea rostro y telas.

Es de notar, sin embargo, que aquí el héroe es héroe porque se apellida Saint Laurent y es necesario que uno lo admire previamente o que esté más interesado en la forma descocadamente francesa en los protagonistas se seducen para interesarse a profundidad. 
A menudo la historia se atasca y, al menos para los estándares del entretenimiento, promete mucho y paga poco. Hay además en la narrativa un saborcito oficialista que se debe quizás a que el director eligió, del libro en el que se basa, los temas más frívolos en la historia de un genio que tuvo fama de tantas cosas que a menudo resulta difícil discernir lo que es historia de lo que es publicidad.

Comenzaba este texto con la mención del filme de Altman porque uno esperaría que, en homenaje a una personalidad tan fascinante como la de Yves Saint Laurent, el director Jalil Lespert hubiese puesto más énfasis en el Arte (así, con mayúsculas), en un proceso creativo que (cuenta la leyenda) llevaba al diseñador francés al éxtasis, como uno de esos pintores medievales que, en lucha con sus demonios, sus amores y sus dones, conseguía una furtiva imagen de Dios. Lo que aquí se cuenta es lo que todos saben, que Saint Laurent consiguió imponer su gusto a los ricachones capaces de comprar sus obras y aun a la clase media que en la década de 1980 trató de imitar la exuberante sencillez de trajes y vestidos que exigían ya en aquellos tiempos cuerpos tan delgados como las corbatas del genio, cuerpos sometidos a la tortura de una perfección imposible.

En fin, que más que de Prêt–à–porter de Altman, Yves Saint Laurent está cerca de aquella Coco avant Chanel que en 2009 dirigió Anne Fontaine. Allá tampoco se llevaba la moda al terreno del arte y todo quedaba en un chisme tan frívolo como esas revistas que venden belleza imposible sin reflexionar en los demonios que aquejan a quienes realmente la ven encarnarse en el trabajo obsesivo de un monje medieval que aspira a Dios pero vive rodeado de tentaciones.
 ____________________________________________________________

Yves Saint Laurent. Dirección: Jalil Lespert. Guión: Jacques Fieschi, Jérémie Guez, Marie–Pierre Huster y Jalil Lespert, basados en el libro de Laurence Benaim. Fotografía: Thomas Hardmeier. Música: Ibrahim Maalouf. Con Pierre Niney, Guillaume Gallienne y Charlotte Le Bon. Francia, 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario