sábado, 4 de octubre de 2014

Carácter mediterráneo

Por: Fernando Zamora

Resulta interesante notar que al tiempo que el mundo se une en bloques económicos (gracias a la solidaridad de la avaricia), crecen regionalismos vivos desde el medievo. La reflexión viene a cuento en el contexto de La gran familia española, una película del madrileño Daniel Sánchez Arévalo que, a pesar de su pretendida universalidad, resulta francamente localista.

Visto que Sánchez Arévalo nació en Castilla y que el cine de su país goza de tan buena factura, uno podría pensar que cuando digo que La gran familia española es cine localista, estoy diciendo “cine español”, pero no. Los temas, los colores y, en fin, el sabor de la película es más amplio: sabe a Mediterráneo. Así, aunque todo sucede en uno de esos pueblos de rocines flacos, los adolescentes que aquí se enamoran, los amigos y, en suma, la gran familia del título, tienen carácter mediterráneo.

Con todo lo anterior es justo definir qué entiendo por esta clase de cine. En la tierra en torno a este mar que ha bañado tan distintas culturas hay un arte que lanza preguntas acerca de la belleza, la sexualidad y las normas sociales; acerca de la tradición, el amor y la comida. En tono mediterráneo han realizado cine Teo Angelopoulos, François Ozon y Ferzan Ozpetek. Aun Fellini (en Amarcord, por ejemplo) tuvo sus momentos en que más que italiano, europeo o universal era eso: mediterráneo.

Este cine se caracteriza, como su comida, por un gustillo por vivir que no esquiva los sabores amargos. Está hecho de historias hermosas, de esas que tienen que ser contadas con una fotografía espectacular, atardeceres muy azules, soles dorados como las pieles de las muchachas que se recuestan al sol. Es cine que goza de una narrativa simple pero profunda. Sabrosa como un pan remojado en aceite de oliva con o sin quesos y vino tinto.

Ahora bien, habiendo escrito aquí que La gran familia española parece inscrita en la tradición mediterránea de artistas del tamaño de Angelopoulos o Fellini uno podría pensar que estamos hablando de una película imprescindible. No lo es. Como en toda cinematografía, hay obras mayores y menores. La de Sánchez es bastante menor y lo es, me parece, justamente porque a pesar de que la historia tiene los mejores ingredientes, hay en ella una pretensión muy hollywoodense. Digámoslo de una vez, el problema de Sánchez Arévalo es, como el de tantos cineastas mexicanos, que mirando estupefactos hacia California son incapaces de retratar la cultura de la que están rodeados.

La gran familia española juega con referencias a Seven Brides for Seven Brothers. Y lo hace, supongo, porque la crítica europea y latinoamericana (Angelopoulos opina, y yo también, que el cine de Europa y el de América Latina pertenecen a una misma tradición) ve con agrado las referencias al cine más frívolo de Estados Unidos. ¿Por qué?, me pregunto. Y no encuentro una respuesta. Es verdad que en California se han hecho grandes comedias, pero mirar a Hollywood con nostalgia desde el Mediterráneo me parece tan innecesario como buscar hamburguesas en la Rivera Provenzal.



La gran familia españolaDirección: Daniel Sánchez Arévalo. Guión: Daniel Sánchez Arévalo. Fotografía: Juan Carlos Gómez. Música: Josh Rouse. Con Antonio de la Torre, Roberto Álamo y Quim Gutiérrez. España, 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario