viernes, 25 de julio de 2014

Detrás del mundo no hay nada

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
Muchos son los filmes inspirados en la Primera Guerra Mundial, como La reina africana o Senderos de gloria, pero pocos los que en verdad dejan huella

Por años me siguió esta imagen: un hombre corre para salvar a su amigo. Lleva la orden de detener el ataque cuerpo a cuerpo contra las metralletas. Gallipoli (Peter Weir, 1981) es la historia del fin de una civilización que creyó en los héroes. El grito desamparado al momento final es el de una generación que vio a los ojos un mundo en que no habita Dios.

Y es que no hubo adiós a las armas. En esta película, Farewell to Arms (Frank Borzage, 1929) aún el amor es amargo. Solo Borzage fue capaz de poner en cine esta historia de amores turbados. Él la abraza, ella muere y aunque se firma el armisticio no hay nada. Basado en la novela de Ernest Hemingway, Borzage dirige a Gary Cooper y a Helen Hayes en esta escena memorable: él la seduce en la oscuridad y descubre con sorpresa que era virgen. No importa que los críticos de su tiempo hayan calificado a Adiós a las armas como melcochosa y banal. La pérdida de la virginidad de esta enfermera inglesa no parece casual: algo sucedió. Algo sangriento que quitaría a las nuevas generaciones de Europa la ilusión de que se puede ser inocente.

Como sea, en el límite de la experiencia guerrera (que tanto se parece a la experiencia estética) podemos gozar como Albert quien después de un trayecto que dura toda la vida, más allá de los campos con gas mostaza, puede al fin encontrarse con Joey, su caballo de guerra. En War Horse (Steven Spielberg, 2011) las imágenes resultan macabras con todo y final feliz. Murió la caballería y en la Segunda Guerra Mundial la crema y nata de la nobleza europea, los lanceros polacos, sucumbirían todos contra los panzers de Hitler. El encuentro de Albert con su caballo dura muy poco.

Senderos de gloria (Paths of Glory, Stanley Kubrick, 1957) está basada también en una historia real en que la contradicción bello/horrible resulta siniestro, ominoso. Kubrick anuncia también los métodos de castigo que harán famosos los nazis. En la Primera Guerra Mundial, los franceses actualizaron un viejo método de sanción y deshonor contra los soldados cobardes: escoger a tres y castigarlos por todos. Matar para castigar al otro. El reverso total de la civilización cristiana (que presume el ideal de que hay que morir para salvar al otro) comenzó también en la Primera Guerra Mundial.

Así ha sido el ir y venir de una cultura que no pudo encontrar salvación ni en el oro ni en el arte ni en la liberación de ataduras feudales. El progreso no llevó a Europa para adelante y Estados Unidos… Ellos presumen que sí, que hay algo como el río que navega Charlie en La reina africana(The African Queen, John Huston, 1951). Hay al final del río un encuentro. Los amantes se salvan de la condena de muerte. Los amantes pueden abrazarse y hay una explosión. El cine y la guerra dan sentido al mundo del caos pero justamente lo que más llama la atención en La reina africana es la vejez de los mitos. Humphrey Bogart y Katharine Hepburn se ven ya cansados. También las estrellas de cine se cansan y mueren aunque en el cine y el arte de Huston a veces se imagine que detrás de la ventana espera el Final Feliz.

No lo hubo, a decir verdad. Europa se llenó de listones de luto, tullidos y enfermos mentales. La mariposa que trata de alcanzar Paul hacia el fin de Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, 1930) pareciera simbolizar la psique. En la iconografía clásica la mariposa representa el alma, ese inconsciente que no se repara. Freud descubriría muchas cosas con los enfermos que dejó la Primera Guerra Mundial, descubrió que no había mitos ni La gran ilusión(La Grand Illusion, Jean Renoir, 1937). En la película de Renoir, el futuro es brumoso. Una inmensidad blanca en la que acechan los enemigos. Se acabaron los hombres como Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, David Lean, 1962) héroes capaces de levantarse contra un imperio aún a sabiendas de que a artistas, estrellas, escritores y soldados nos espera el mismo final.

viernes, 18 de julio de 2014

El sueño de un dios sicótico

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Sería sencillo descartar la nueva versión de Oldboy del estadunidense Spike Lee comparándola negativamente con la que pareciese ser la “versión original”, el Oldboy del coreano Chan-wook Park. En más de una crítica (tanto estadunidense como europea) he leído que la nueva película de Lee es un remake de la obra coreana que ganó el Gran Premio del Jurado de Cannes en 2004. Mentira. Tanto Lee como Chan-wook Park han basado ambas películas en una popular serie de manga japonés, Old Boy, escrita por Garon Tsuchiya e ilustrada por Nobuaki Minegishi. El manga es una obra maestra por donde se mire, así que dos cineastas tan distintos como Spike Lee y Chan-wook Park pueden, si les apetece, retomar esta historia toda vez que la narrativa y sobre todo el espíritu del texto original dejan en el lector un sabor excepcional. Para comenzar, la serie de libros consta de 79 capítulos. Lo subrayo solo para confirmar lo difícil de transcribir el universo de Tsuchiya y Minegishi al cine comercial, limitado a una duración que con trabajos supera las dos horas. También es cierto que la versión de Lee refiere al menos en dos secuencias a la película de Chan-wook Park: cuando el prisionero colérico grita a través de la rejilla por la que le pasan la comida “¿Quién eres?”, y en la parte más inquietante, esa que, tal vez, pudiera ser la clave de toda la película: Joe aparece en un campo verde, libre al fin, y la cámara lo filma a vuelo de pájaro, como mirado por Dios. Ambas secuencias provienen del texto original y creo que Lee las retoma utilizando exactamente el punto de vista de Chan-wook Park como para dejar claro que sabe que ya antes que él un director coreano hizo con esta historia una obra maestra.
    No. Lee no está retomando a Park. Tampoco el manga es tan original, toda vez que reinterpreta a El conde de Montecristo de Dumas. Nadie aquí está queriendo descubrir el hilo negro. Es por la diferencia de estilos que vale la pena gozar la misma historia, mirar cómo cada director construye a este Montecristo retorcido y alcohólico, un hombre que a menudo se enfrenta también con escenarios kafkianos. Si Chan-wook Park exalta en su propia película lo que hay de El proceso y La metamorfosis en el texto original, Spike Lee exalta el paradigma del conde de Montecristo, este hombre que durante veinte años en prisión se ha dedicado a hurgar en su conciencia: ¿cómo llegué aquí?
    La de Park es un festín, la de Lee es oscura, con menos sentido del humor y, sin embargo, la narrativa hollywoodense permite que la historia se desarrolle con ritmo más amable, más consistente. Uno entiende cosas que están en el texto original y que el maestro coreano obvió en aras de dar mayor espacio al ambiente kafkiano. En todo caso creo que tanto el Oldboy de Park como el de Spike Lee son obras de arte, entre otras cosas porque siguen aquí, presentes, las inquietantes preguntas del texto original: ¿qué es la realidad?, ¿estamos viviendo dentro del sueño de un dios sicótico? Puede que sí.
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Oldboy (Oldboy: días de venganza). Dirección: Spike Lee. Guión: Mark Protosevich. Fotografía: Sean Bobbitt. Con Josh Brolin, Elizabeth Olsen, Samuel L. Jackson y James Ransone. Estados Unidos, 2013.

viernes, 11 de julio de 2014

Entre Klip y Ninfomanía

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora


El cine causa pasión. Tanta que un buen amigo (Evodio Escalante) me escribió para decir, con respecto a mi texto sobre Ninfomanía, que más que Von Trier el moralista era yo. Como también a mí me apasiona el cine (supongo que es evidente), estuve pensando en esta “crítica a mi crítica”. Finalmente llegó a mis ojos una película: Klip de la serbia Maja Milos.
    El actor Stellan Skarsgard definió así Ninfomanía en Vanity Fair: “es la historia de una joven que trata de ir más allá de sus problemas familiares teniendo tanto sexo como sea posible”. ¡Vaya! La misma sinopsis de Klip aunque, claro, las películas son muy diferentes. Para comenzar, Klip no comienza etiquetando a su protagonista de “ninfómana”. 
    Jasna tiene catorce años, vive en Belgrado y su único interés es el sexo. La familia disfuncional, las amigas con las que compite por el self pic más cachondo y las noches de coca y marihuana son accesorias. Las diferencias en el ethos de ambos directores al retratar a una mujer hipersexuada son éstas: 1) La directora no tiene el mal gusto de crear a un personaje que nos explique, interprete y, en suma, nos diga qué tenemos que sentir en cada secuencia de la película. 2) En competencia con Hollywood, Milos no pretende deslumbrar con efectos visuales. La apuesta es narrativa. Klip está contada como a través de los celulares con los que los adolescentes documentan su propia existencia. 3) Klip no usa el sexo para desarrollar teorías new age. Milos es como una pintora renacentista. Se limita a permitirnos mirar. Y lo permite tan bien que por eso el final de Klip resulta tan contundente. Mucho más conmovedor y verosímil que el previsible final de Ninfomanía, un cliché por donde se vea.
    Ahora, si lo que gusta de Ninfomanía es que parece una película transgresora, vale la pena pensar esto: Klip está prohibida en Rusia mientras que Ninfomanía ha sido aplaudida en este país que moralmente resulta tan retrógrado. Que cada quien piense lo que quiera, pero si la moral instaurada por Putin encuentra que Ninfomanía es permisible y Klip no, debe ser porque ésta es verdaderamente transgresora y la otra no.
   También políticamente: un grupo de muchachos pasea por las ruinas de Belgrado y uno grita: “Que se chinguen Estados Unidos, Facebook y la ONU: Kósovo es de Serbia”. Esta frase en su contexto es mucho más contundente que el largo discurso en que Von Trier nos explica las razones de su Anna Karenina. “Kósovo es Serbia”. Yo no lo sé, pero esta secuencia me recordó Berlín, Año Cero, esa conmovedora película en que Roberto Rossellini usaba como escenario las ruinas de la capital del nazismo.

    El retrato de la adolescencia serbia que hace la directora Milos demuestra que la guerra de los Balcanes sigue aquí y aunque no vale la pena psicoanalizar a la protagonista de Klip pareciera que todos estos hoyos que está intentando llenar son los de una guerra viva en Europa: en la violencia de películas como Klip o Ninfomanía. Esa violencia dulzona en que el sexo en Extreme Close Up es nada más un pretexto para hablar de cosas más importantes.
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Klip (Clip). Dirección: Maja Milos. Guión: Maja Milos. Fotografía: Vladimir Simic. Con Isidora Simijonovic, Vukasin Jasnic, Sanja Mikitisin. Serbia, 2012.

viernes, 4 de julio de 2014

El regreso de Sherezada porno

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora
Lars von Trier quisiera que uno, después de ver la segunda parte de Ninfomanía, saliese consternado, lleno de dudas, con un remolino de cuestiones en torno a la sociedad represora, pero no. Esta Nymphomaniac II es tan aburrida como la primera y merece nuestra atención solo por la importancia que tiene su director. 

Como ya quedó establecido en la primera parte, Von Trier construye una suerte de parodia del cine porno así como Dancer in the Dark era una parodia del cine musical, eso queda claro. Las referencias a Sade y a Masoch también. Lo que a mí me consterna es que hay quien cree que esta película dice algo en favor de la sexualidad de la mujer. Desde el punto de vista político no encuentro su discurso ni un poco más evolucionado que el de Anna Karenina o Casa de muñecas. En aquellos tiempos, discutir en torno del deseo femenino y la posibilidad de ir más allá de la maternidad para encontrarse con el principio del placer sí que era transgresor. Hoy cualquiera con dos dedos de educación lo da por descontado, que las mujeres y los hombres tienen el mismo derecho a ejercer su sexualidad. En verdad que no entiendo cómo alguien puede creer que Lars von Trier está diciendo algo en favor de la emancipación sexual. 

Al contrario. Si uno mira la trayectoria del director y se detiene a pensar qué decía en Anticristo y qué dice en Nymphomaniac I y II (en cierto sentido, Nymphomaniac y Anticristo son la misma historia) verá que Lars von Trier castiga a sus personajes con más desdén que el Dios que tanto pretende atacar. Por ejemplo: cuando nuestra heroína ha llegado al fondo de su condición, cuando el antihéroe judío le ha explicado al público y a la mujer tontuela todo lo que el autor quería decir con su película, entonces la ninfómana se encuentra a un pedófilo. Y si no fuera una cuestión tan delicada, uno quisiera reír. Lars von Trier pone al pedófilo en el mismo lugar que a su heroína ninfómana. ¿En verdad son lo mismo? ¿Un hombre que desea violar a un niño en el parque tiene la misma estatura ética que esta niña que quiere recuperar la sexualidad que perdió durante un orgasmo místico? Pensémoslo bien porque si están en el mismo nivel, entonces la película está sobajando a su ninfómana al nivel de un criminal. En cuanto a directores que tocan el tema de la sociedad como represora de la sexualidad, prefiero a Todd Solondz. 

Es importante decir, claro, que al igual que la primera parte, la segunda emisión de Nymphomaniac es hermosísima. Hay un par de close–ups realmente eróticos; uno muy particular me recordó la pintura anónima de Gabrielle d’Estrés y su hermana tocándose los pezones. Además, la relación de la protagonista con la adolescente del final es tan hermosa que creo que con ella se hubiese podido detener el director para reflexionar más profundamente sobre el deseo sexual. ¿Por qué no lo hizo? Por moralista. La niña y la mujer no pueden amarse porque Lars von Trier es un moralista disfrazado de transgresor.
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Nymphomaniac II (Ninfomanía 2a parte). Dirección: Lars von Trier. Guión: Lars von Trier. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Con Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Willem Dafoe. Bélgica, Francia, Alemania, Dinamarca, Gran Bretaña, 2013.