viernes, 27 de junio de 2014

Chica en apuros con migración

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora


La crítica en Europa escribe bien de The Immigrant, esta película del neoyorquino James Gray que sigue la tradición de Scorsese antes de que se volviera Trademark. Como cabe esperar, Nueva York es la protagonista. Tenemos un retrato más de esta ciudad que, ha dicho Leonard Cohen, es “cuna de lo mejor y lo peor”.

En 1921 comenzaron las olas de migración europea hacia Estados Unidos. Los bisabuelos de muchos de esos que hoy desprecian al migrante latino llegaron por esos tiempos a “América” con una mano adelante y otra atrás.

Pocas cosas han cambiado en el sentido de la corrupción, la explotación, el racismo y la doble moral de la migra estadunidense aunque ahora los refugiados vienen del sur. Es aquí donde The Immigrant resulta interesante. Y es que aunque el guión es melcochoso, la chica migrante en apuros nos identifica con sus tribulaciones por lo que nuestros paisanos pasan ahí.

Creo, pues, que en tanto latinos podemos aprehender esta película y tal vez incluso disfrutarla desde un sano punto medio: sin la pasión de la crítica estadunidense, incapaz de soportar un retrato derogatorio de la sociedad que idealiza pero sin la exaltación de una obra que a decir verdad es buena y nada más. Por ejemplo, el neoyorquino A. O. Scott ha escrito que lo peor de la película son sus actores mientras que, en Europa, el Paris Match afirma exactamente lo contrario: que Phoenix y Cotillard son La Película.

Ninguna crítica está exenta de prejuicios, aunque hay que aprender a trabajar con ellos. Los estadunidenses solo quieren verse en las pantallas como “gente de gran corazón”. Vale la pena recordar, por ejemplo, que un crítico propuso seriamente que a Lars von Trier se le prohibiese filmar en Estados Unidos por el retrato “cruel” que hizo de este país en Dancer in the Dark y, sobre todo, en Dogville.

En el otro extremo están, claro, los europeos. Si los estereotipos fílmicos (siempre los hay) coinciden con lo que piensa en París la gente de a pie, la película goza, de entrada, de un punto a favor. En particular con la “crítica especializada de Cannes” (donde The Immigrant compitió por la Palma de Oro), que disfruta realmente cuando en sus pantallas se proyectan gringos sin escrúpulos o narcos mexicanos.

Claro, yo no digo que estoy exento de prejuicios, nadie lo está, y tal vez por eso me cayó tan bien la protagonista de The Immigrant: una guapa en apuros que, polaca o no, produce en mí la suficiente empatía como para mantenerme interesado a pesar de que hay dos o tres escenas que parecen escritas para una producción de Carla Estrada.

En realidad, creo que Marion Cotillard (nuestra migrante en apuros) es una extraordinaria actriz. No debe haber sido fácil aprender polaco en dos meses, además. Por su parte, Joaquin Phoenix ha hecho muy bien al volver a hacerla de tipo malo y de doble moral que, prejuicios aparte, sabemos que en todas partes se da. En un buen punto medio, The Immigrant es una película interesante, con excelente fotografía, actuaciones y, en suma, una gran producción.
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The  Immigrant (Sueños de libertad). Dirección: James Gray. Guión: James Gray y Ric Menello. Fotografía: Darius Khondji. Música: Chris Spelman. Con Marion Cotillard, Joaquin Phoenix y Jeremy Renner. Estados
Unidos, 2014.

viernes, 20 de junio de 2014

El arte de lo falso y lo verdadero

Por: Fernando Zamora 
@fernandovzamora

No es que Tornatore nos haya hecho dudar de que es un gran artista pero de un tiempo a esta parte no conseguía la contundencia artística de The Best Offer, una película italiana hablada en inglés que es, me parece, lo mejor que ha filmado hasta la fecha. 

El secreto de Tornatore parece estar en sus fuentes, en lo que lee, en lo que mira, lo que estudia y aprecia. El director italiano no hace “homenajes” como tantos otros directores que se niegan a aceptar que plagian. Tornatore demuestra aquí que es un agradecido aprendiz de ciertos artistas que se remontan hasta el siglo II d.C. y llegan hasta Hitchcock. 

Para comenzar, The Best Offer pareciera ser (al menos durante las tres primeras cuartas partes de la película) una reinterpretación inteligente de la maravillosa leyenda que escribió Apuleyo en El asno de oro: la historia de Eros y Psique. Ya lo ha dicho Harold Bloom: “si quieres escribir, aspira a ser como Homero, como Cervantes, como Shakespeare”. Y Tornatore sigue el consejo a pie juntillas. No solo aspira a ser un clásico en el sentido narrativo, no solo su película abreva en uno de los mitos más profundos del mundo antiguo; desde el punto de vista audiovisual, Giuseppe Tornatore se atreve también a seguir los pasos de Hitchcock. La sola mención de los porqués corre el riesgo de arruinarle al espectador la experiencia estética de apreciar esta película que, como todas las grandes obras de arte, tiene muy distintos niveles de lectura. 

Y es que en la búsqueda por reinterpretar la leyenda de Eros y Psique, un autor (y sobre todo un lector) que ha demostrado ser ya tan profundo, tuvo que encontrarse con el psicoanálisis, con Freud y ese ensayo que cambió la historia del arte: Lo siniestro. Es aquí donde entra en juego cierto autómata que da al protagonista la sensación de desasosiego que hace ya casi cien años describió Freud. Ahora, hablando de psicoanálisis, no era posible no encontrarse, otra vez, con el gran cine psicológico. Es aquí donde entra Hitchcock y muy particularmente sus obras cumbres en aquello del misterio psicológico: 0 y Vértigo

Con semejantes maestros, con una producción de primer mundo, una fotografía fascinante y el toque musical de Ennio Morricone profundizando en los sentimientos amorosos de los protagonistas, era evidente que Tornatore estaba aspirando al Gran Cine. Y lo ha logrado: The Best Offer es una película que hay que ver. 

Y es que además de todo, el protagonista es un negociante de arte. En inglés se llama Oldman (hombre viejo). En su trayecto narrativo Oldman nos ofrece los elementos para una interesante disquisición en torno al valor del arte. No se trata de algo superfluo. En estos años en que el arte se mide solo por su valor de mercado, The Best Offer lanza la pregunta estética más importante en este principio de siglo: ¿existe aún el arte o todo es nada más una simulación del mercado? La respuesta la tiene el espectador, sin duda, pero Oldman encuentra que en el arte solo resplandece lo verdadero.
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Al mejor postor (The Best Offer). Dirección: Giuseppe Tornatore. Guión: Giuseppe Tornatore. Fotografía: Fabio Zamarion. Música: Ennio Morricone. Con Geoffrey Rush, Virgil Oldman, Claire Ibbetson, Sylvia Hoeks. Italia. 2013.


viernes, 6 de junio de 2014

La diferencia es el toque francés

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora


Vista en forma superficial, Livide de Alexandre Bustillo y Julien Maury parece una reinterpretación más del cine de Argento y Carpenter. Nada nuevo: todo aspirante a cineasta punk quiere hacer algo así. Cada año deben producirse en Estados Unidos diez o doce películas de éstas. La diferencia es que Livide es francesa y, aunque parezca una obviedad, es esto lo que da nuevo sabor al recalentado.

Cuenta la leyenda que después del éxito que tuvo la primera película de Bustillo y Maury (Inside, 2007) los codirectores recibieron jugosas invitaciones para irse a dirigir secuelas en Hollywood. El sueño de los estudiantes de cine se había hecho realidad: California misma pedía una interpretación de Halloween o de Hellraiser. El dinero es tentador, pero los directores demostraron la clase de autores que son negándose a perder libertad artística a cambio de dinero. Fellini y Almodóvar hicieron lo mismo y aunque Bustillo y Maury están lejos de estos tamaños, al menos han comenzado bien.

De cualquier forma, como el dinero sigue siendo una tentación poderosa, los jóvenes y exitosos cineastas franceses coquetearon con la idea de hacer una película en inglés, en Inglaterra, para más señas. Era una suerte de punto medio: filmar en el lenguaje comercial por excelencia pero en Europa. Finalmente (y presumo que solo porque son artistas), se dieron cuenta de que para filmar su película, tenía que ser hecha en Francia y en francés. De acuerdo, si ésta es una típica historia gore, ¿por qué me parece tan importante que haya sido filmada en uno u otro lugar? ¿No es igual de roja la sangre en Rennes que en California?

La diferencia no está en la forma estrafalaria de llenar de sangre la pantalla ni en los elementos ominosos que Freud enumeró: el miedo a perder los ojos, a la castración, el miedo a que algo muerto reviva o, peor, que, efectivamente, esté vivo. El padre del psicoanálisis adivinó el gore en su ensayo “El Unheimlich” de 1919. Todo esto es igual pero Livide se solaza en la campiña del norte de Francia, en sus cielos plomizos y en los rostros de Normandía. Livide es un elogio del gusto francés por los “viejos tiempos” que incluyen, claro, el ballet. La danza es aquí casi un pretexto: la niña baila y es en el contraste entre esta delicadeza y el gore que Livide adquiere su valor.

Ahora, que tampoco se me malinterprete. Ésta es una película buena y nada más. La última grandiosa reinterpretación del gore fue aquella película sueca que aquí llamaron Déjame entrar y cuyo remake resultó una basura. Livide es interesante, sí, pero no creo que cambie la historia del cine. La novela del sueco John Ajvide Lindqvist dio a Déjame entrar una dimensión insospechada, pero ojo: el director no escribió la historia, así que aquí tenemos a dos cineastas en toda regla de los que tenemos mucho que esperar: un cine francés lleno de sangre y delicadeza, violencia y hermosas secuencias en las que una bailarina se pierde en el cielo normando para encontrarse con su creador.
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Livide (Livid: herencia maldita). Dirección: Julien Maury y Alexandre Bustillo. Guión: Julien Maury, Alexandre Bustillo. Fotografía: Laurent Barès. Música: Raphaël Gesqua. Con Chloe Coulloud, Catherine Jacob y Beatrice Dallé. Francia, 2011.