viernes, 25 de abril de 2014

Un Hombre Araña que se deshila

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Uno creería que el director de apellido Webb va a hacer justicia al niño que llevamos dentro y que aún se emociona cuando lee que para Semana Santa toca el refrito de Spiderman, pero no. Si estamos acostumbrados al cine chatarra perdonaremos lo barroco de la trama para disfrutar nuestra dosis semanal de efectos especiales. Ahora que si uno carga al cine al pequeño crítico que lleva dentro, no hallará mucho asidero para saltar de una historia a otra con todo y el arte de un ejército de guionistas que han recibido sueldos millonarios para evitar que al Hombre Araña se le rompa la cuerda.

Lo primero que salta a la vista es que el foco está muy puesto en la historia de amor. Pareciera una contradicción: uno va al cine a ver catorrazos y se encuentra con amores azucarados aunque, si se piensa bien, la cosa tiene su dosis de inteligencia. El Hombre Araña teje para nosotros una historia de amor de adolescentes con complejo de súper héroe. No olvidemos que la adolescencia (en todos sentidos) es el gran público del Spiderman.

Por otra parte están las comparaciones que, a decir de la abuela, son odiosas pero necesarias. El Spiderman 3 del 2007 (un lío numérico, sin duda) fue dirigido como todo fanático recuerda, por Sam Raimi, un hombre que conocía su oficio. Raimi es probablemente uno de los directores más inteligentes en lo que respecta a este cine dirigido a encantar muchachos de hormonas alteradas. Comparar a Raimi con Webb resulta triste para Webb. El Hombre Araña salta a la aventura por el deseo capitalista de explotar una franquicia exitosa aunque, desde el punto de vista artístico (nadie duda que este cine puede ser arte), no tiene nada que ofrecer frente a la producción de Raimi.

Cuentan los chismes hollywoodenses que por sus ineptitudes, el director estuvo a punto de meterse en líos con los ejecutivos de Sony, dueña de la franquicia. Webb había trabajado sobre todo para televisión y no lo había hecho mal, pero cuando llegó el momento de ensamblar todas las necesidades de una película como ésta en un guión coherente, las cosas se comenzaron a deshilar.

Efectivamente, Webb pasa trabajos dando continuidad a la aventura y a la historia de amor, a la necesidad de lucir la belleza física de los protagonistas y salpicar aquí y allá chistes más o menos inteligente para que los padres obligados a ver esta película por aquello de los hijos no sufran una tortura medieval. Y uno siente que Marc Webb está padeciendo, igual que como sentimos hace siete años, que Sam Raimi estaba disfrutando. Webb será un buen director de televisión pero le falta el gusto por el barroco intríngulis de historias que hace que El Hombre Araña siga siendo, casi setenta años después de su presentación en Marvel Comics, el arquetipo del hombre atormentado entre el amor y el deber, entre su condición de súper héroe y su suerte de mortal. Eso que los griegos llamaban semidiós.
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FICHA TÉCNICA:

The Amazing Spiderman 2 (El sorprendente Hombre Araña: La amenaza de Electro) Dirección: Marc Webb. Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci, Jeff Pinker y James Vanderbilt. Música: Johnny Marr, Pharrell Williams y Hans Zimmer. Fotografía: Daniel Mindel. Con Andrew Garfield, Emma Stone, Jamie Foxx y Dane DeHaan. Estados Unidos, 2014.


viernes, 11 de abril de 2014

Más Costner que Besson

Por: Fernando Zamora

Pensé que una película con guión de Luc Besson valdría la pena, pero en 3 días para matar las cosas van tan mal que en diez minutos ya vimos a un periodiquero que se comunica en perfecto inglés (neoyorquino) con Kevin Costner... ¡en Belgrado!

Kevin Costner es un matón de la CIA que des- cubre que tiene una enfermedad que le deja poco tiempo para arreglar su vida familiar. Las cosas se parecen a Breaking Bad, sí. La diferencia estriba en los actores. Kevin Costner es esa clase de estrella que si sale en un filme, lo arruina.


También es cierto que al terminar la película uno se queda con la impresión de que había “algo” allá adentro (una cierta brillantez) que no se perdió del todo. El guión sale a flote un poco aunque fastidia la moraleja de insoportable idiosincrasia estadunidense. Ese “algo” que yo atribuyo al guión de Besson nos regala dos o tres escenas hilarantes, pero a cambio el director nos espeta dramas de clase media. A saber: la triste historia del hombre tan metido en su trabajo que no ha tenido tiempo para enseñar a su hija a andar en bicicleta. ¡Oh tragedia! Si uno nació con esos problemas en un suburbio de Wichita, dan ganas de llorar.

Otro punto desaprovechado es el McGuffin, ese artilugio narrativo (cuyo descubrimiento se atribuye a Hitchcock) que consiste en dar al protagonista una necesidad dramática que no tiene importancia para el público. Costner tiene que deshacerse de un malo y no hay explicaciones en torno a por qué es impor- tante que muera. Hasta aquí bien, pero la dirección consigue que lo que en el guión era virtuosismo se vuelva en pantalla un flop. No todos usan el McGuffin como Quentin Tarantino.

Luc Besson es uno de los directores más interesantes del cine de masas francés. Su filmografía está llena de personajes femeninos entrones, asesinos y de diferentes edades: la niña Mathilda en Léon crece y se vuelve la ruda Nikita. Cuando Nikita se transforma en mística, Besson dirige Juana de Arco. Tiene ideas interesantes Besson con respecto a la feminidad. En 3 Days To Kill la mujer entrona está aquí, pero el director la construye tan mal que más que personaje parece dominatrix en fantasía de masoquista.

Es cierto que a pesar de todo hay escenas en que brilla el texto. Por ejemplo: durante una secuencia, Costner tiene amarrado a cierto contador italiano a quien está a punto de torturar con gusto medieval cuando suena el teléfono. Es su hija para preguntar cómo se prepara una salsa de espagueti. Como Cost- ner está en plan de hacer todo por su hija obliga al torturado (que visto que es italiano tiene que saber de espaguetis como un mexicano sabe todo de guacamoles) a que le confiese la receta de una salsa de tomate con todo y secreto de mamá. Esta secuencia muestra que Besson sigue sabiendo mezclar ternura, comedia y violencia en un todo que como director esperamos que pronto vuelva a salir a flote. En esta película no. Por desgracia son más las escenas en que Costner y el director transforman el guión de Luc Besson en un lugar común de propaganda gringa. 
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FICHA TÉCNICA:

3 días para matar (3 Days To Kill) Dirección: McG. Guión: Luc Besson. Música: Guillaume Roussel Fotografía: Thierry Arbogast. Con Kevin Costner, Amber Heard y Hailee Steinfeld. Estados Unidos, 2014.

viernes, 4 de abril de 2014

Desilusión nacional

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

No vale la pena escribir para acabar con una película. Es un recurso facilón que aprendí cuando trabajaba en la radio, en Radioactivo 98.5: hacer reír burlándote de una película es más fácil que dirigirla o escribirla, sin embargo, a veces es importante decir cosas a propósito de filmes francamente lamentables. Tal es el caso de Ilusión nacional.

Como sabe todo aquel que tenga más de treinta, Olallo Rubio se autoproclamó en la década de los noventa (y en Radioactivo) como representante de una caterva de adolescentes desenfrenadamente cínicos. Evidentemente, en Radioactivo no todos apostaban por el cinismo: José Álvarez (también director de cine), Jordi Soler y Ricardo Zamora por ejemplo, eran divertidos y profundos. No así la “estrella” de la estación, el Olallo de melena rubia, estudiado acento gringo y tono fresa sin complejos que tantos imitaron después. Olallo se autoproclamó también director de cine en 2007 con el documental ¿Tú cuánto cuestas?

Luego de una serie de fracasos estéticos que incluyen This is Not a Movie, hoy Olallo presenta su documental Ilusión nacional, cliché de hora y media que, en sí mismo, no tiene ninguna importancia.

Ilusión nacional es en realidad un documento que parece grabado para televisión y que repite el lugar común (y falso) de que todo pueblo tiene el futbol que se merece. La verdad, no es necesario hacer cine para decir cosas que un comentarista deportivo medianamente serio pudiese decir, lo malo de Ilusión nacional no es esto, lo malo es que la industria privada en México siga apoyando esta clase de productos. Hoy por hoy se está haciendo mucho cine mexicano, en parte gracias a los estímulos fiscales que ofrece el gobierno para la producción, pero la clave del auge no está en los estímulos, no está en Hacienda, en el IMCINE o en Gobernación, la clave está en el público. Si a toda costa se sigue produciendo cine mexicano por vanidad y egolatría vamos a volver a perder al público mexicano. Ya pasó. Así comenzó la debacle del mal llamado “Cine de oro”.

Y es que sin público mexicano tampoco hay cine mexicano y es por eso que preocupa que se haga tanto cine, pero tan malo.

De cualquier forma, estoy convencido de que es obligación del gobierno seguir estimulando al cine, independientemente de la calidad. En cuanto el gobierno aceptó que no servía para impulsar el arte (lo hizo cuando dejó de apoyar proyectos para que fuesen los empresarios quienes invirtieran en ellos) se quedó sin nada que decir. Tampoco deciden los distribuidores ni mucho menos los críticos. El juez del cine nacional es el público nacional y ese, lo aseguro, no va a aguantar por mucho tiempo que le falten al respeto a su inteligencia con semejante desdén.

En menos de una quincena se han estrenado dos auténticos desastres fílmicos: El crimen del cácaro Gumaro e Ilusión nacional.

No gastaría tinta escribiendo de esas cosas si no fuese porque usar los recursos que ofrecen gobierno, empresarios y distribuidores (con el dinero de todos los mexicanos) para hacer estas películas sea francamente inmoral. Quien quiera hacer cine por ególatra que lo piense dos veces. No se juega de semejante forma con el cine, esa Ilusión tan nacional.
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FICHA TÉCNICA:

Ilusión nacional. 
Dirección: Olallo Rubio. 
Guión: Olallo Rubio. 
México, 2014.