viernes, 21 de marzo de 2014

Aire dulzón

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Henry es uno de esos niños solitarios que pasan todo el día frente a la TV. Si uno piensa que semejante personaje no merece una película, tal vez deba ver Labor Day. Rebautizada en México como Aires de esperanza, la historia gira en torno a Henry y a su madre, una bailarina divorciada que interpreta Kate Winslet. Un día, el niño se encuentra en el súper a un desconocido manchado de sangre y él ¿qué va a hacer? Como si fuera un perrito, el niño adopta al fugitivo.

Joyita del festival de Toronto (uno de esos que, aunque importantes, no atrae la vanidad de los cineastas mexicanos), Labor Day parece inspirada (al menos en principio) en ciertos personajes de Dickens, aunque el principal valor de la película no es éste sino la actuación de los protagonistas: Winslet siempre satisface en el papel de guapa, pero no tanto. Brolin es el macho todoterreno que produce pasiones de músculos y cicatrices, y Gattlin Griffith es el niño o, mejor, el retrato de un niño convencional pero efectivo.

El director, Jason Reitman, es relativamente joven. Nació en Quebec en 1977 y con esta película busca colarse en la Meca del cine taquillero. Ni en Canadá ni en Estados Unidos Labor Day tuvo éxito comercial; tal vez por eso pasó completamente desapercibida en los premios Oscar y aunque Winslet fue nominada al Globo de Oro este año, la verdad es que la publicidad de la estrella inglesa no ha sido suficiente para recuperar el dinero invertido. Malas noticias para un director más o menos nuevo que, hasta ahora, se había mantenido en el off Hollywood. Si en México Labor Day no consigue recaudar lo que le falta, es probable que Reitman, al menos en un tiempo, no vuelva a filmar. Afortunadamente para los productores, los distribuidores mexicanos siempre están a la mano y listos para estrenar en nuestro país las cosas que allá, al norte del Río Bravo, nadie ha querido ver.

Como sea, independientemente de que Labor Day llega a México como producto chatarra, la película vale la pena, sobre todo para los amantes del melodrama tierno con misterios que se desarrollan lentamente. Los protagónicos consiguen una particular amalgama histriónica en la que explotan muy efectivamente estereotipos de lo que, en el imaginario de los Estados Unidos, una familia debe ser.

Películas sobre fugitivos de corazón grande ha habido muchas, pero el principal motivo para ver ésta consiste tal vez en un clímax que, de todas formas, hay quien dice, llega muy pronto, apresurado, con poca contundencia. Toby McGuire no es lo mejor de Labor Day ni él mismo está en lo mejor de su carrera.

Con todo y que Aires de esperanza no ha tenido fortuna en el norte de nuestro continente es prueba de que en la sociedad de consumo se tiran a la basura cosas que valen la pena. Una de ellas es esta película, una delicia visual, cine canadiense y joven que se abre paso en la gran industria del mundo. Jason Reitman, director y guionista, sigue demostrando que tiene la visión suficiente como para poner en escena una historia de aire dulzón.
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FICHA TÉCNICA:
Aires de esperanza (Labor Day) Dirección: Jason Reitman. Guión: Jason Reitman basado en la novela de Joyce Maynard. Música: Rolfe Kent. Fotografía: Eric Steelberg. Con Kate Winslet, Josh Brolin, Gattlin Griffith y Tobey Maguire. Estados Unidos, 2013



viernes, 14 de marzo de 2014

Buscas a Roma en Roma...

Por:  Fernando Zamora
@fernandovzamora

Para el protagonista de La grande bellezza, ganadora del Oscar por mejor película extranjera, Roma es el inicio de la novela de un artista que, perdido en la fama, ya no puede crear; es una sociedad que ha llegado al fin del mundo como la ciudad de Augusto y es también (pero hay que verlo) el truco de un mago que desaparece jirafas. Roma es para Jep, nuestro escritor en crisis, un exorcista que habla solo de cocina y una santa que cuando sopla, devuelve las aves al viento. Sorrentino, famoso por Il Divo y por la fallida This Must Be The Place, tiene, como su protagonista, algo de Eugenio Montale y algo de Julio Cortázar. Como a Montale, le obsesiona la nostalgia, como a Cortázar, la conducta en los velorios, las gotas de agua y muchas otras cosas que solo un hombre tan superficial puede ver con ojos profundos.

Para Sorrentino, Roma es también Cineccità, los estudios en que trabajaron Visconti, Pasolini y el mago Fellini; ese que, muchos años antes que Sorrentino, filmó también su elogio de Roma y le llamó El Satiricón. El escanciado de las imágenes en La grande bellezza (aquí el director, más que montar, escancia imágenes) no parece seguir un orden riguroso. Más programado por la creatividad que por las necesidades narrativas, Paolo Sorrentino reconstruye la vida de este escritor en crisis toda vez que su cumpleaños número sesenta y cinco lo enfrenta con el fin que es (según se desprende del final), el principio: “venga la muerte, que la novela comience.” Sin duda la conclusión de esta película trae a la memoria El séptimo sello de Bergman.

Roma es también la capital de las orgias de las que nació Occidente, pero es también la piedad. Es Tiberio y es una santa, es el Salò de Pasolini y La dolce vita de Fellini. Para Jep Gambardella, Roma es también la ciudad que lo ha castrado creativamente. En ella ha descubierto que es mejor vivir una vida digna de novela que escribir toda la literatura del mundo. Cuando la vida está llena de placeres hay poco tiempo para escribir. A La grande bellezza hay que verla con ojos abiertos para disfrutar el detalle: los movimientos de cámara, el vestuario, las locaciones, el movimiento de los ojos, la ruptura de la “cuarta pared.” El arte visual está en movimiento, es el cuadro que se mueve con la elegancia con la que Storaro fotografió el Novecento de Bertolucci.

Jep Gambardella, el frívolo protagonista de La grande bellezza está obsesionado con esta idea de Flaubert: escribir una novela que “hable de nada”. Inútil. La vida no habla, no dice nada. Y por más que los escritores discutan en la terraza de Jep si es mejor una novela de sentimientos o una novela de compromiso social, ya lo dijo Pavese: “vendrá la muerte y tendrá tus ojos.” Algo similar está diciendo Paolo Sorrentino, un director y guionista que aspira a volverse inmortal como Roma. Y para ello propone buscar el secreto cautivo en las paredes de esta ciudad: que Roma no está en Roma pues, ya lo ha escrito Francisco de Quevedo, “solamente lo fugitivo permanece y dura”.
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FICHA TÉCNICA:


La gran belleza (La grande bellezza). Dirección: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino. Música: Lele Marchitelli. Fotografía: Luca Bigazzi. Con Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli  e Carlo Buccirosso. Italia, Francia, 2013.

viernes, 7 de marzo de 2014

Punks, poetas y cristianos

Por: Fernando Zamora
@fernandovzamora

Cuando era adolescente leí en el prólogo de Iluminations de Rimbaud que la poesía solo podría escribirla un adolescente. Me pareció exagerado, pero después de ver ¡Somos lo mejor!, lo he pensado dos veces. Después de todo, hacer poesía no es muy distinto de hacer un grupo Punk en secundaria. Punk y poesía surgen del deseo de dar sentido a la inquietud frente a una realidad que nos angustia. Además, punks y poetas se saben fuera de la sociedad reinante. Como aprendemos en ¡Somos lo mejor!, ser punk resulta, en el fondo, tan excéntrico como ser poeta. Klara y Bobo son dos niñas que en primero de secundaria están interesadas en romper los esquemas de un mundo que les resulta angosto. En el camino se encuentran con la música y —más aún— una adorable compañera que es cristiana, algo todavía más excéntrico que ser punk y poeta.

En los ochenta, Suecia era todavía la economía más pujante de Europa. Estaba lejos de encontrarse aún con la realidad de la inmigración. Los suecos, tan fresas como la música disco de aquellos años, estaban convencidos de que el punk había muerto. Sin embargo nuestras tres heroínas están dispuestas a demostrar lo contrario: que el punk vive porque se contagia así, como la peste de Artaud. El contagio del arte transforma y destruye conceptos con los que la sociedad nos ha machacado por tradición y estupidez. La pregunta que se hacen Klara, Bobo y Hedvig en su empresa de cambiar del mundo es: ¿también tenemos que dejarnos transformar? Claro que sí. Para cambiar al mundo con la energía de estas tres niñas poetas, punks y religiosas, también es necesario transformarse en el amor de amistad que las une.

¡Somos lo mejor! está basada en el cómic de Coco Moodysson, esposa del director y, sospecho, alter ego de Bobo, la baterista deprimida. Todo en la producción es gran arte: las actuaciones (Klara, por ejemplo, sabe que todo puede conseguirlo con esa sonrisa un poco sensual y un poco boba) la edición, el montaje. Todo subraya el cambio en las estructuras mentales de las protagonistas e incluso constatan la transformación física que sigue por fuerza al estado de apertura mental. La fotografía imita el estilo documental ochentero. Cada diez minutos, más o menos, el video sufre un ruido en el color como para recordar (a quienes lo vivimos) que antes, los rollos solían quedar mal revelados en sus puntas.

Vi är Bäst! da cuenta de este largo trayecto interior que sufrimos durante la adolescencia, cuando la poesía es un estado vital. Nuestras niñas sobreviven, claro, gracias al amor, el deseo, la rebeldía traviesa y una amistad a toda prueba, pero sobre todo gracias a esa poesía de la que hablaba el traductor de Iluminations de Rimbaud. Y es que es cierto que para hacer poesía hay que mantenerse en un estado de apertura muy similar al de la adolescencia, cuando queremos contagiar y ser contagiados por todo lo que amamos del mundo. Para ser poeta hay que seguir siendo como Klara, Bobo y Hedvig y mantenernos siempre en el ambiguo estado en que uno no es aún hombre ni niña ni mujer.
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FICHA TÉCNICA:  

¡Somos lo mejor! (Vi är bäst!). Dirección: Lukas Moodysson. Guión: Lukas Moodysson, basado en el cómic de Coco Moodysson. Fotografía: Ulf Brantås. Con Mira Barkhammar, Mira Grosin y Liv LeMoyne. Suecia, 2013.