viernes, 6 de diciembre de 2013

Amor sin por qué

Fernando Zamora
@fernandovzamora

He escuchado que críticos de boina dicen que La vie d’Adèle es aburrida y excesivamente larga. Otros se deleitan en el “cine lésbico”. Lo aburrido es una cosa subjetiva, pero vale la pena discutir si dura demasiado y si la ganadora de La Palma de Oro es “cine gay”.

Abdellatif Kechiche ha quitado al cómic de Maroh, activismo político. Al mismo tiempo ha dado a la protagonista diversas clases sociales y culturales. Los largos diálogos en que la protagonista lamentaba su “condición” han desaparecido en la traslación a la pantalla. En cambio el director ha escrito disquisiciones artísticas y literarias. Con ellas, Kechiche trasciende la trama homosexual para introducirse en el universo espiritual de sus protagonistas. Quien ve en La vie d’Adèle “cine gay” me parece moralizante, con independencia de la preferencia sexual de quien le pegue la etiqueta. Y sin embargo, las escenas sexuales son imprescindibles. Sin ellas no podríamos entender el dolor físico de la amante separada del objeto de su afecto. Es por esto, y sólo por esto, que la exploración del director resulta un hito en la historia del cine, porque las escenas explícitas no son un fin, son un medio para narrar. El amor entre Emma y Adèle no está puesto en la pantalla con el objeto de espantar a la burguesía o de hacer sentir bien a las minorías; están ahí porque narrativamente son  necesarias para explorar la psicología de las protagonistas. Es también en este sentido que cobran fuerza las charlas filosóficas. Kechiche se propone a sí mismo como continuador de la gran literatura francesa, esa que ha explorado el deseo femenino desde el corazón de la señora Bovary. El interés psicológico se manifiesta también en el Extremo close up que da continuidad a toda la película. En el amor de las jóvenes actrices podemos ver las incipientes várices, las uñas un poco sucias, los dientes amarillos, el pelo mal cortado. Kechiche auténticamente se pega a la piel de sus actrices. Hubiera sido incongruente obviar las escenas de alcoba, el realizador hubiese traicionado su propia narrativa, su exploración espiritual. Quien se quede en La vie d’Adèle con un “aburrido y largo cine de lesbianas”, probablemente tenga dificultad para apreciar otro tipo de exploraciones psicológicas. Las del Caravaggio, por ejemplo.

Además, Abdellatif Kechiche trasciende la discusión pequeño burguesa, por eso no complace ni a activistas gay ni a moralistas de vieja escuela. En filmes como La Venus noire Kechiche ha demostrado ya que el arte vale más que las idolologías. La vie d’Adèle recrea un chica-encuentra-chica que no obvia ni amor, ni deseo, ni sexo (tres cosas que activistas y moralistas tienden a confundir). La protagonista no necesita ni de filosofía ni de política para desear lo que desea; su amor, como la rosa, es sin-por-qué. Adéle no compensa nada, no sublima nada, no se sirve de nada. Como en el caso de Bovary, de Karenina, de la Nora de Casa de muñecas su deseo sólo está completo en unión con un cuerpo que destruye todo lo banal de la existencia.

FICHA
La vie d’Adèle. Dirección: Abdellatif Kechiche. Guión: Abdellatif Kechiche y Ghalia Lacroix basados en el cómic de Julie Maroh. Fotografía: Sofian El Fani. Con: Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, Francia, 2013.


1 comentario:

  1. Me decía a amiga que “La Vida de Adèle” le había encantado, entre otras cosas, porque le parecía una buena interpretación de los “Fragmentos de un discurso amoroso”. Y ahora que leo tu reseña y hallo esa línea de Barthes describiendo la forma de amar y sentir de Adèle, veo que quizá mi amiga no estaba equivocada.

    “Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán jamás amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura.”

    —dice Roland Barthes en sus Fragmentos… y tal vez podríamos adaptar eso a la última secuencia de “La Vida de Adèle”, cuando ella se va, por fin convencida de que Emma nunca más la amará pero que eso no cambia en nada lo que ella ha sentido (y quizá aún siente) por ella.

    Saludos

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