viernes, 1 de marzo de 2013

La locura de la religión y la soledad



Por: Fernando Zamora
Una vez que ha pasado el tiempo de la pirotecnia del Oscar, justo es revisar algunas de las películas más delicadas e importantes; esas que pasaron por el fondo casi inadvertidas, como si se hubiesen visto abrumadas por la indudable belleza de las obras altamente industriales que compitieron en fama, forma y mercadotecnia el pasado fin de semana. The Master, de Paul Thomas Anderson, es una reflexión artística que goza de factura impecable, sorprendentes golpes de teatro (gran guión), fotografía que, al servicio de la historia tiene luz propia y, en suma, buen diseño de producción. Es interesante notar, sin embargo, que en el Oscar se le mencionó solo por sus actores: Joaquin Phoenix hace a un soldado que vamos conociendo poco a poco, en forma similar a quien conocemos en la calle, en el trabajo o en la escuela; he aquí la gracia de un gran contador de historias: hay mímesis: el director trae a presencia a un marinero que encarna realmente en Joaquín Phoenix.
Phoenix es Freddie Quell, un soldado medio loco que ha sido licenciado después de haber guerreado contra Japón. Estamos a principios de los 50 en el siglo XX y Freddie tiene un pasado que, tras el velo de la religión y la locura, se irá develando.
Philip Seymour Hoffman está en uno de sus mejores momentos. Basta entrar a la Internet y escuchar a Ron L. Hubbard para comprender lo profundo de la interpretación de Seymour Hoffman: ha tomado algunas cosas y ha añadido otras. Su personaje vive no tanto porque esté imitando al creador de la Cienciología sino más bien porque lo utiliza para crear otro personaje: el Ron Hubbard que habita en nosotros. Anderson y el actor trabajan en sincronía sorprendente. Seymour Hoffman, heredero de la tradición histriónica estadounidense (de Brando y Marilyn, de Pacino y Kathy Bates) es ya parte de la historia del arte.
Como se sabe, Ron Hubbard fue escritor de ciencia ficción y, frustrado con sus experiencias en el psicoanálisis, decidió inventar la Cienciología, religión que niega serlo y que tan importante se ha vuelto en Hollywood que atacarla de frente tiene su gracia. Anderson está lejos de hacer una caricatura, sin embargo. Hubbard tiene aquí la fuerza de un hombre capaz de mover mucho dinero y muchas conciencias. Hemos entrado, pues, en el terreno del gran arte de Paul Anderson: la locura que le atañe no es la de otros autores que en ello meditan. No es la locura sexual que ilumina a Solondz, no es la locura maniaca e inteligente que entretiene a Woody Allen; Anderson recrea personajes aquejados por la locura de la soledad. El marino de Anderson es un hombre sano en una sociedad enferma y su desencanto (muy similar al del protagonista de Punch Drunk Love) se ha purificado. The Master es una de las mejores películas de Anderson y en el encuentro entre el marinero solitario y el seductor de conciencias está el dilema del poder de la religión. Hay aquí, como puede verse, más que fuegos de artificio, la reflexión de una obra histórica en la primera mitad del siglo XXI.

The Master. Dirección: Paul Thomas Anderson. Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Mihai Malaimare Jr. Música: Jonny Greenwood. Con Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman y Amy Adams. Estados Unidos, 2012.

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