jueves, 3 de enero de 2013

El pequeño estudio de un clásico



Por: Fernando Zamora
En Cosmopolis David Cronenberg ha creado un universo de angustia onírica, claustrofobia billonaria que le valió la nominación a mejor película en Cannes el 2012. Aunque ganó Matteo Garrone con Reality, Cosmopolis no deja de ser inquietante.
Estamos frente a la obra menor de un gran director, una peliculita con saborcillo a denuncia que, hay que decirlo, pega mal con un director que ha producido cine tan bien acabado. La historia, basada en una novela de Don DeLillo, usa el tono satírico, tono que escapa cuando el director señala a su personaje (un joven billonario que se dedica a jugar a la bolsa) con gustito a desdén.
Desde el punto de vista formal, Cosmopolis parece el reverso de Diez de Abbas Kiarostami, en la cual la claustrofobia estaba justificada. Cuando Kiarostami seguía a una mujer taxista y nos encerraba con ella en la cabina, el logro consistía en la composición de un plano secuencia largo, dramático y de condiciones técnicas difíciles. Cuando Cronenberg hace lo mismo y nos encierra en la limusina en la que un corredor veinteañero se hace dueño del mundo del capital, la cosa resulta menos contundente.
De cualquier forma, la película tiene buenos momentos y si alguien fantasea todavía con Juliette Binoche, aquí podrá verla sometida en posición supina. A mí me sorprende (Cronenberg no) que la diva se haya prestado al juego.
En general, la cinta de Cronenberg ha recibido buenas críticas, aunque no creo que sea el trabajo donde ha brillado más. La denuncia (con o sin ironía) del capitalismo pesa más que la historia de este hombre que tiene al mundo en sus manos, pero el mundo lo aburre. Hay aquí guiños al conflicto del Ciudadano Kane: Eric es un hombre atormentado que todo lo tiene, excepto a la mujer perfecta. A Kane y a Eric el amor se les escapa y ellos sufren. En el caso de Cosmopolis, el billonario está enamorado de una rubia que promete con desgano que “uno de estos días” se acostará con él. En sus peores momentos pareciera que el film dice que los hombres de Wall Street son incapaces de amar; en los mejores, los diálogos hacen que uno ría de buena gana. Y es que más allá de la búsqueda formal, hay escenas que se suceden en un despropósito que Cronenberg identifica con el despropósito del Mundo. Cuando el director canadiense era joven y no formaba parte del sistema, sus críticas eran más acertadas. En The Brood, por ejemplo, el ataque al psicoanálisis quedaba bien, enmascarado en una historia de horror.
Casi todas las películas del canadiense han tocado la cima de lo grandioso. A Dangerous Method (también sobre el tema del psicoanálisis) y Eastern Promises, sus dos últimas películas, son contundentes en forma y fondo y aunque los fanáticos de Cronenberg esperamos con curiosidad el regreso del maestro al cine que le dio fama mundial (el horror bizarro), Cosmopolis es, por ahora, una curiosidad en su filmografía; un ejercicio formal, un estudio como los que hacían esos virtuosos del ochocientos cuando estaban planeando algo grande.

FICHA
Cosmopolis. Dirección: David Cronenberg. Guión: David Cronenberg, basado en la novela de Don DeLillo. Música: Howard Shore. Fotografía: Peter Suschitzky. Con Robert Pattison, Sarah Gadon y Juliette Binoche. Canadá, Francia, Portugal, Italia, 2012.

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