viernes, 7 de diciembre de 2012

Una peste que se contagia



Por: Fernando Zamora
Moonrise Kingdom es un collage de recursos fílmicos de clasicismo tan provocador como el de Benjamin Britten, artista que pareciera un fantasma que llena cada cuadro con pinceladas musicales de la edad de oro del cuento inglés. Hay algo aquí de Peter Pan, algo de Alicia; algo de la crítica social de Dickens y de la sensualidad de Oscar Wilde. Lo que parece un cuento para niños sorprende por la finura de sus diálogos y por lo vivo de sus personajes. Con ellos Anderson cuenta la vieja historia de un niño que se enamora de una niña y, sin ocultarse en mojigaterías, habla también de la iniciación sexual: “Lo tienes duro”; “¿Te molesta?”; “No, puedes tocarme los senos, estoy segura de que pronto crecerán”. Con diálogos como éstos, Anderson ha creado una de las películas más tiernas que yo haya visto.
Estamos en 1965 y Sam se ha enamorado de Suzy. Él es huérfano y ella es inadaptada. Una tormenta está a punto de azotar la isla. Hay un narrador y mapas que señalan con puntitos el trayecto de la aventura; hay golpes de teatro, más de un deus ex machina que salva la fortuna de los amantes y una historia que de tan simple es profunda.
La isla en que sucede esta película podría ser el set de un mal sueño de David Lynch. New Penzance está lejos de todas partes; sus habitantes están aburridos, encerrados en dinámicas tristes. Hay un maestro de matemáticas cuya vida gira en torno a ser jefe de un destacamento de boy scouts, dos esposos que son abogados y viven vidas amargas, un policía enamorado de la mujer incorrecta, tres niños que pasan las tardes escuchando un disco de vinil de 45 revoluciones y una trabajadora social con aires de villana de Disney. Todo parece puesto para hablar de lo inmundo de ser humano; nuestro mundo, después de todo, es solo un poco más grande que New Penzance, pero allá, como acá, sucede algo realmente inexplicable: durante la presentación de una ópera de Britten un niño huérfano se enamora de la niña vestida de cuervo.
La profundidad de Moonrise Kingdom está en la elegancia de cada pincelada que ilustra la fenomenología del amor. La historia de Anderson se detiene no tanto en sus orígenes como en sus consecuencias, en el poder transformador de un estado del que se ha dicho tanto que pareciera imposible decir algo nuevo. Pero ¡cuidado! Moonrise Kingdom está lejos de ser esa quimera del director fácil que se llama “comedia romántica”. Aquí el amor es tan real que contagia una isla merdosa con sus delicias; es tan real que cada personaje se ve infectado como de una peste que permite enfrentar tormentas, rayos y fuegos artificiales. Es tan real que re-significa lo que es un matrimonio. “Es tan hermoso lo que dices que parece poesía”, dice el amante a su joven amada. “En poesía, no todo necesita rimar, basta con ser creativos”. Moonrise Kingdom es poesía. No solo porque es un filme creativo, también porque en su aparente inocencia tiene la sabiduría de un boy scout que sabe contar historias de amor.

FICHA
Moonrise Kingdom (Un reino bajo la luna). Dirección Wes Anderson. Guión Wes Anderson y Roman Coppola. Fotografía Robert D. Yeoman. Música Alexandre Desplat. Con Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray y Frances McDormand. Estados Unidos, 2012

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