viernes, 14 de diciembre de 2012

El trampantojo de la ficción


Por: Fernando Zamora
En la transmodernidad el futuro está atrás, y el pasado, adelante. Peter Jackson usa tecnología de punta para crear un filme de sabor añejo y lo hace usando 48 cuadros por segundo. Vale la pena detenerse en esta relación por las implicaciones que pudiese tener en el impacto del público, sobre todo durante las primeras secuencias de El hobbit.
Como se sabe, el cine es un engaño, un trampantojo. La retina humana conserva las imágenes durante una décima de segundo. Esta característica que permitió a nuestros antepasados luchar con libélulas y mosquitos prehistóricos permite hoy a los artistas visuales hacer cine.
Aunque con dieciséis cuadros por segundo basta para dar la ilusión de movimiento, el ojo captura una enorme cantidad de detalles de los que no somos conscientes. La discusión en torno a cuántos cuadros por segundo percibe un ojo normal está en el aire. Lo importante aquí es que a nivel inconsciente los 48 cuadros que usa Jackson en su entrega de El hobbit se prestan mal para el cine de culebrón, pero sirven bien para el cine de acción. Los detractores de El hobbit se quejan de que la textura del 48/1 es la de una telenovela. Se han basado sobre todo en las primeras secuencias de un filme que inicia mal pero termina bien.
Ya le sucedió a George Lucas con una precuela en la que apostaba por una tecnología que hoy se ha vuelto estándar: el cine digital. La inversión de The Phantom Menace solo podía justificarse si era un éxito en taquilla, pero no hay peor enemigo del arte que pensar en la piel del becerro antes de haberlo matado. The phantom menace es una de las peores decepciones del cine, entre otras cosas por su pretensión taquillera. Lucas apostó a hacer cine para niños creyendo que los niños son tontos.
En las primeras secuencias de El hobbit, Jackson parece haber caído en el mismo prejuicio de Lucas, y aunque es cierto que la novela de Tolkien se ajusta al prejuicio de lo que se piensa que es un cuento infantil, su mundo está lleno de complejos temas morales que están bien lejos de la inocencia chabacana.
La historia del anillo en la Tierra Media surge como respuesta al relativismo intelectual de la Posguerra. Es la reinterpretación de varias sagas bíblicas y wagnerianas. El señor de los anillos parece poco más que inspirado en El anillo del Nibelungo, y con un argumento de tales aspiraciones queda mal un filme que abre con personajes bobos, gritones y falsamente cómicos. En esos momentos el 48/1 puede producir dolor de cabeza. Sin embargo, Bilbo se embarca en una aventura que cambiará su mundo y, cuando comienza la acción, poco importan ya las relaciones fotograma/ segundo. Con el protagonista trascendemos las fronteras del trampantojo. Deja de tener importancia entonces cualquier textura. Nos sumergimos en la acción de una historia que demuestra que el ser humano no podrá superar su angustiado vivir en la realidad enferma que producen las paradojas del bien y del mal.


The hobbit: an unexpected journey (El hobbit: un viaje inesperado). Dirección Peter Jackson. Guión Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson y Guillermo del Toro, basados en la novela de Tolkien. Fotografía Andrew Lesnie. Música Howard Shore. Estados Unidos, 2012

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