viernes, 5 de octubre de 2012

Retratos del presente



Por: Fernando Zamora
Hoy que la colombianización de México es inminente resulta seductora una obra de arte que aún vive en cartelera. Pequeñas voces, de Jairo Eduardo Carrillo y Óscar Andrade, es un documental animado en el que por motivos estéticos, éticos y didácticos la voz de niños reales se disfraza detrás de una animación minimalista que, lejos de disminuir, aumenta el dramatismo de lo contado. Hoy que la colombianización de México es inminente, Pequeñas voces retrata nuestro presente: grupos armados van y vienen. Nosotros vivimos con tres niños y una niña las consecuencias de la guerra. La vivimos junto al grupo más frágil en toda clase de conflictos. Escuchamos, pues, las voces de quienes no tienen voz en el discurso político de los que todo lo justifican en aras de una gesta macroeconómica. Carrillo y Andrade han dado voz a quien no tiene voz: niños cuya felicidad es un mercado de domingo, ordeñar vacas, jugar al fut. La felicidad es un sentimiento muy fuerte; también de esto habla Pequeñas voces. Para un niño que ha vivido la guerra, la felicidad no es una cosa tan frágil.
Si el cine fuese como el arte de la cocina, la animación ocuparía el lugar de la alta repostería. La madurez de una cinematografía nacional se consolida cuando emerge una animación contundente; una a la altura de ese arte en el que hay maestros como Disney y Natwick; personajes como Mickey Mouse y Betty Boop. Uno con obras que demuestran en pantalla las posibilidades estéticas de un arte emparentado con el cómic.
Como el cómic, el cine de animación pareciera apelar especialmente al público infantil. Y es justo en su aparente inocencia que es capaz de lanzar contundentes discursos políticos. No lo olvidemos: el arte es, como todo lo humano, una forma de la política. Política entendida como este discurso-para-la-polis. En este y otros sentidos Pequeñas voces confirma su vocación política. Divierte y educa pero, además, muestra: demuestra lo que la guerra es, lo que los niños desplazados sufren, lo que es verse desgarrado entre intereses de un gobierno avaro, un imperio al norte que sólo cuida sus intereses militares en el patio trasero, una guerrilla fanática y unos narcotraficantes asesinos.
Pequeñas voces utiliza las técnicas de Give up yer aul sins, serie irlandesa nominada al Oscar en que la animación se construye a partir de entrevistas a niños. Tiene, sin embargo, la contundencia documental de Waltz con Bashir, obra que denuncia las atrocidades de la masacre de Sabra y Chatila y la importancia histórica de Hadasi no Gen, del maestro japonés Keji Nakazawa. En ella vivimos las consecuencias de la bomba de Hiroshima siguiendo la historia con los ojos de dos niños. Hay también algo de Charles M. Shulz, creador de Charlie Brown. En Pequeñas voces, el mundo es exclusivamente infantil. Los adultos balbucean un lenguaje ininteligible. Tal vez porque todo lo adulto resulta ininteligible.
La cinematografía colombiana está apuntalada. Y ojalá que en eso y no sólo en todo lo otro, la cinematografía mexicana se consolide también muy pronto.

Pequeñas voces. Dirección Jairo Eduardo Carrillo y Oscar Andrade. Guión Eduardo Carrillo. Documental animado sobre las voces de niños desplazados por la guerra de Colombia. Colombia, 2010.

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