viernes, 24 de agosto de 2012

Una mujer frente a La Hegemonía



Por: Fernando Zamora
La Venus noire de Abdellatif Kechiche es un filme incómodo. El tunecino se basa en este hecho real: una mujer sudafricana somete su cuerpo a la mirada de perversos y científicos que ven en ella esta extrañeza, no ser “como todos”. La película de Kechiche recrea la vida de Sarah Baartman, mujer expuesta en el Musée de l’Homme de París aun ya muerta. No fue sino hasta que Nelson Mandela pidió a Francia que devolviese los restos de Sarah, que ella pudo volver, 213 años después de su nacimiento, a casa.
En una primera intuición, se me ocurre clasificar Venus noire entra los filmes de freaks, nombre que tomo del clásico de 1932 dirigido por Tod Browning. The elephant man de 1980 (dirigida por David Lynch) es tal vez la obra más acabada en este rubro, el del discurso en torno a la crueldad del humano contra el humano. La discusión de fondo es ésta: ¿qué significa exactamente ser humano? El asunto pareciese ser tan sólo antropológico.
Pero la Venus negra demuestra que la pregunta tiene también un fondo político. Kechiche parece recordar aquí la célebre Controversia de Valladolid que dirigió originalmente para la televisión Jean Daniel Verhaeghe basado en una obra de teatro de Jean-Claude Carrière. La Controversia daba cuenta del célebre debate que tuvo lugar en el siglo XVI en torno a la llamada “polémica de los naturales”: “¿tienen los habitantes de América un alma?” Algo así se discute durante varias escenas en Venus negra, filme que, en este sentido, pareciese continuación del contundente y terrible final del filme de Verhaeghe.
No se trata, en el fondo, de decir sólo que todos tenemos derecho a una vida digna. Aspiramos a más. Aspiramos a vivir (como diría Rorty) en un mundo en el que nadie tiene derecho a humillar a nadie. El tema de fondo es éste: la humillación hegemónica, el “racismo científico”, ese que dio lugar a la más sistemática y, por tanto impía, masacre de la historia humana: la Shoah, el Holocausto.
Pero la cosa es aún más compleja si se detiene uno a mirar, en la Venus negra, el asunto de la hegemonía. Después de todo la humillación, la explotación y, en fin, la sumisión de esta joven sudafricana tuvo lugar con su propia complicidad. Tenía razón Gramsci: la hegemonía ha triunfado cuando la clase dominante logra que sus intereses sean considerados propios por la clase dominada. Los “socios” de Sarah Baartman (un afrikáner primero y, luego, un parisino interpretado magistralmente por Olivier Gourmet) han conseguido que ella misma se considere extraña. Está alienada. La actuación de Yahima Torres está en los ojos. En la expresión de tristeza, en el llanto que se derrama de pronto insensato, en un solo grito, en el deseo ávido de encontrarse en el camino con una botella. Sí, la Venus negra es una película incómoda. Y es apenas una pequeña muestra de los crímenes del humano contra el humano; de todos los crímenes por los que tendría que pagar esa Europa que, creyendo civilizar, terminó humillando.

Venus noire (Venus negra). Dirección Abdellatif Kechiche. Guión Abdellatif Kechiche y Ghalia Lacroix. Fotografía Lubomir Bakchev. Música Slaheddine Kechiche. Con Yahima Torres, André Jacobs y Olivier Gourmet. Francia, 2010

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