viernes, 17 de agosto de 2012

Cual augurio del Mesías tropical


Por: Fernando Zamora
Tengo una amiga que perdió los ahorros de toda su vida en 2008. Era media tarde y ni se enteró. Algo se movía en Wall Street. Perdió lo que cualquier mexicano llamaría mucho dinero.
Margin call da una idea de cómo suceden estas cosas; cómo es que los ricos que se sienten identificados “con los de arriba” pueden quedarse pobres, como todo el mundo, porque hay gente que efectivamente está arriba. The New Yorker, en su edición de diciembre de 2011, propuso a Margin call como uno de los diez mejores filmes del año. Estoy de acuerdo y me alegro de que llegue por fin a nuestro paraíso tropical, este país tan lleno de pobres de verdad y clasemedieros que se sienten aludidos cuando uno por allá habla de “los de arriba”, frase que, sí, retomo de ese candidato de cuyo apodo se ocupa Enrique Krauze.
Con Inside job (2010) y Margin call (2011) tiene uno para hacerse a la idea de cómo se opera un fraude como el de 2008. A diferencia de Inside job (que es documental), Margin call es un drama en el sentido estricto de la palabra: hay algo al interior de la ficción que se mueve y nos mueve. Los personajes se ensamblan a modo de coro y explican con simpleza los pormenores del capitalismo post-industrial. Aquí ve uno quiénes están al mando y tienen los tamaños de meter en recesión a más de cincuenta países a cambio de poner a dos o tres en la lista de los más ricos del mundo. En aquel 2008, un solo ejecutivo se hizo, en la misma tarde en que mi amiga perdió sus ahorros, con siete mil millones de dólares. La cosa es compleja. Y aunque no bastan dos filmes para entenderlo, Margin call hace bien su trabajo narrativo y simplifica la cosa de modo tal que el mundo capitalista se vuelve “una empresa”, Teatro del mundo en el que hay un economista (de esos que lo son por aquello de la ciencia) que cree haber descubierto que “la empresa” está a punto de quebrar. Lo corren, por supuesto (Demi Moore). Pero hay un joven que acaba de llegar a Wall Street y sigue la pista.
Vale la pena ver Margin call. La trama tiene sus giros y sorpresas. En realidad nuestro científico-economista está muy equivocado, los dueños del teatro no quieren evitar que “la empresa” quiebre, quieren encontrar la forma más eficiente para que sean otros los que paguen los platos rotos. El malo “de arriba” es un adorable Jeremy Irons que cena solo mientras el sol se pone a sus pies en Nueva York, esa ciudad en la que suelen comenzar las crisis: la del 29, la de 2008. Irons resulta tan emotivo como Kevin Spacey quien hace aquí del capitalista escrupuloso que llora sobre la tumba de su perro luego de haberse visto coludido en el robo del patrimonio de millones de personas como mi amiga. Fue un robo fino, en verdad. Tan elegante como Jeremy Irons. Y están los corredores; Margin call incluso provoca ternura por ellos. Entiende uno que también se están perdiendo a sí mismos. A cambio de un bono por robar a sus clientes, están destruyendo a sus familias; su futuro profesional.

Margin call (El precio de la codicia). Dirección J. C. Chandor. Guión J. C. Chandor. Fotografía Frank G. DeMarco. Música Nathan Larson. Con Kevin Spacey, Jeremy Irons, Demi Moore y Zachary Quinto. Estados Unidos, 2011

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