viernes, 1 de junio de 2012

La belleza del cuerpo


Por: Fernando Zamora

Pina Bausch nació durante la II Guerra Mundial. Fue una bailarina que buscó “el sentimiento perfecto”; ese que permitiese producir, en un movimiento físico, lo verdadero del arte. Bausch creía firmemente en la importancia estética, en la puesta en escena de la belleza mediante la reiteración ritual, la crítica social, el cuerpo. En el clímax del arte moderno (que llegó a poner en duda la existencia de la belleza en sí), que puso “cualquier cosa” en el pedestal, que procuró desintegrar el hecho artístico escupiendo contra cualquier trascendente metafísico, Pina Bausch retomó la tradición dancística occidental y con un poco de jazz y soul, teatro y mímica reinstauró el trascendente bello en su esencial más clásico: el cuerpo. Más que danza moderna en el sentido del Bauhaus, Bausch es una continuación de la danza decimonónica (que no es retrógrada). Wim Wenders, otro romántico, con Pina produce un filme que mezcla muy diversas tradiciones fílmicas.

Como toda gran obra de arte, Pina es un manifiesto. Wenders no padece nostalgias ni dogmas. Si se le antoja interrumpir La consagración de la primavera en el momento climático para introducir material de archivo aquí está pero, como buen académico (Wenders sabe hacer cine), el golpe de inspiración se basa en cierta erudición universal que se concentra en una cultura visual que se ve. Autor de obras tan distintas (y logradas) como París, Texas, Der Himmel Über Berlín (Las alas del deseo), In weiter son nah (Tan cerca, tan lejos) y Buena Vista Social Club, Wenders ha investigado las fronteras del arte sin querer desmantelarlo. Como Pina Bausch, Wenders cree en la importancia del trascendental estético y ello implica (de muy distintas maneras) creer que la belleza existe, que es posible traerla a presencia y que, por tanto, no todas las cosas son iguales a todas las cosas. Artistas como Bausch o Wenders no coquetean ni con el arte por el arte, ni con la fealdad.

No es la primera vez que Wenders hace documentales. Los ha hecho políticos y musicales. Es la primera vez, sin embargo, que los hace sobre danza. Durante la filmación, su cómplice en este proyecto, la coreógrafa Pina Bausch, murió de cáncer de pulmón. Un artista como Wenders, sin embargo (uno que cree en la belleza en tanto trascendente metafísico), no puede menos de entender la muerte como un verdadero compromiso creador. En esta forma de concebir la estética (como indisolublemente unida a la belleza), el hecho artístico es confirmación consciente de esta realidad: “moriré”. Por eso, antes de hacerlo, es necesario crear.

A la muerte de la protagonista, Wenders decidió seguir filmando, ahora con los bailarines de la compañía que retoman las coreografías de su directora en un recorrido que muestra un panorama en que el arte del cuerpo (la danza) es la piedra sobre la que se sustenta todo el edificio de “lo bello” en Occidente. Y si Dios ha muerto, no han podido hacer morir la belleza de un cuerpo que se sabe mover como el de los bailarines de Pina Bausch.

Pina. Dirección Wim Wenders. Guión Wim Wenders. Música Thom. Fotografía Hélène Louvart. Con Pina Bausch, Regina Advento y Malou Airaudo. Alemania, Francia, Gran Bretaña, 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario